En esta ponencia se remarca la concepción laica universalista de Eliphas Levi, con la intención de mostrar la necesidad de reposicionar y desmitificar su imagen, para estudiar su obra sin prejuicios, dada la profunda vigencia que tienen sus planteamientos, conservándose aún ante los más contemporáneos sobre el laicismo.
Introducción.
Eliphas Levi – el cual fue el seudónimo que eligió Alphonse Louis Constant (1810 -1875) para desenvolverse en el medio ocultista-, fue uno de los masones más ilustres que han existido. Lo anterior es avalado por muchos homenajes que se le reconocieron en vida, así como por las lecciones llenas de vigor y lucidez que abundan a lo largo de su vasta obra, la cual ha trascendido la distancia temporal e intelectual, manteniéndose en la actualidad su cosmovisión y legado humanista.
Sus libros, calificados como terribles, densos, profusos, entre muchos otros epítetos, incitan al investigador de la naturaleza a adentrarse en sus misterios abordando un enfoque paradigmático esotérico –como le denominaría Papus-, siendo sus libros, materia obligada para aquel que desee entender de cábala, magia, teosofía, masonería, rosacrucismo, etc.
Según Juan Sebastián Ohem, Levi consolida las bases del deísmo masónico al intentar demostrar que todas las religiones proceden de una sola fuente: desde su perspectiva, la cábala judía. Sin embargo, dado el fanatismo religioso que proliferaba en dicha época, es de esperarse que tal esfuerzo fracasara. Sin embargo en su intentona, con la divulgación de su pensamiento sienta las bases para el gran movimiento ocultista a nivel mundial que prepararía la transición a la Era de Acuario, en la cual surgen hermandades, sociedades secretas y fraternidades como hongos. Ante tal efervescencia, varias de ellas muy venidas a menos, retoman su fuerza y vigor varias organizaciones de ellas.
A la par, con dicha actividad afianza la bien conocida posición de la masonería ante la divinidad: el deísmo, cuya figura central es el Gran Arquitecto del Universo, el cual es un arquetipo suprarreligioso que pretende que se converja en torno a un principio creador, sin especificar más.
Además también manifiesta su alejamiento de la iglesia católica y su fe en una religión universal, deísta, primigenia y esencial, de cuyas enseñanzas abrevaron las instituciones religiosas.
Resulta sorprendente que en la obra de uno de los maestros de lo oculto, curiosamente se devele una postura de concepción profunda y llena de responsabilidad individual, ante una cuestión de orden político y social que pareciera ser parte del saber cotidiano: el laicismo.
A últimas fechas, las reformas estructurales que ha realizado el gobierno federal hacia la permisividad cada vez mayor de la injerencia del clero en asuntos del orden público, secundados por un avance en lo operativo de la derecha hacia el sojuzgamiento de las masas, hace imprescindible que el liberalismo de esta entidad retome estos temas.
A la par, critica a Pablo de Tarso, el santo de la iglesia católica, quien dijo: “Es preciso que el sacerdote viva del altar”, considerando que confundió el presbiterado con el sacerdocio. ¿Cuestión de traducción o apología de la prevaricación?
Por ello, menciona que el sacerdocio antiguo mataba para comer; el presbiterado de Jesucristo se hace matar para que los otros coman, remontándonos a los orígenes del cristianismo primitivo, cuando el Verbo era Cristo y se imitaba la frugalidad, pobreza y desapego hacia lo material que manifestó en vida el Maestro de Galilea.
Es particularmente incisivo y pone el dedo en la llaga flagelada por la cruz y nunca sanada por el aparato burocrático en que se ha constituido la Iglesia Católica, más administradora de la riqueza terrenal de la fe celestial de mil millones de almas, émula del legado del nazareno, al momento en que dice que “todo sacerdote que vive del altar come la carne de los pobres y bebe la sangre del pueblo”.
Frase que hace ver a los más fieros liberales de café como niños de brazos. A la vez, en dicho tenor, nos abre los ojos cuando nos dice que Jesús ha dado a los pobres su propia carne para comer y su sangre para beber, apelando a nuestro juicio para dedicarnos a investigar y desbastar la piedra en bruto por nuestra cuenta, permitiendo despegarnos de instituciones dogmáticas que acarrean un costo en nuestra libertad de conciencia –y nuestros bolsillos- si no sabemos manejar nuestra filiación a la misma.
Reflexiones y Propuestas Finales.
La comprensión a fondo de tal postura de Levi, exige y lleva naturalmente al estudioso a abordar el laicismo, paso obligado para los estudiosos de la filosofía liberal, concepto que defiende la natural separación del poder religioso de las decisiones del Estado. Ello, bajo el tamiz de la obra del maestro parisiense abordada desde una visión intrapersonal, llevaría a entender que el laicismo en dicha escala, significaría separar la irracionalidad y acepciones religiosas de lo meramente racional al momento de tomar decisiones en nuestra vida diaria. Hermoso concepto sin duda.
Sin embargo, considero que su visión al respecto ha sido poco difundida, más aun en estos tiempos, en los que en el imaginario colectivo de los mexicanos existe la reminiscencia de que cada 100 años, el pueblo de México encabezado por los liberales se levanta en armas abanderando causas sociales. Por ello considero que es trascendental conocer la postura de una de las plumas más destacadas que han pisado la masonería, para normar nuestro criterio al respecto y retomar a Levi, como a muchos maestros que nos han antecedido con brillantez, para poder ser congruentes en nuestro paso por el mundo profano y que nuestras propuestas políticas y económicas, estén plenamente impregnadas de liberalismo valiente, como el que demostró con sus escritos en momentos en los cuales el oscurantismo era una nube omnipresente desvaneciéndose.
A manera de colofón, qué mejor que una frase del mago galo, quien en su Libro de los Sabios, considera que:
“por todo lo reseñado anteriormente, el reinado temporal de Roma ha terminado y su reinado espiritual ha debido terminar con la usurpación de la divinidad y el ridículo, más insoportable que la muerte”.
Si se estudiara más a Levi desde esta perspectiva, al igual que a muchos escritores del ocultismo, con una visión abierta, sin encasillarnos en paradigmas racionalistas o exclusivamente idealistas, de manera interdisciplinaria y tolerante, podremos resumir la lección interior, para que haya hombres libres que conformen un Estado laico posicionados desde su interior, con congruencia plena, ya que el laicismo primeramente debe ser practicado individualmente, fortaleciendo y privilegiando el uso del yo psicológico, mediador y racional, el cual impide que el ello o instinto gobierne, o que el superyó soñador y religioso domine:
¡Ni el instinto ni el pensamiento mágico deben gobernar al hombre de razón!
Or:. de ___, a 30 de agosto de 2008.
Fraternalmente
¡Es Cuanto!
Bibliografía:
1. Levi, Eliphas.
Las Paradojas de la Alta Ciencia.
Prensa Central Co., 1883, Calcuta.
Adyar, casa Editorial de Madras Theosophical.
2. Encausse Gerard (Papus)
Tratado Elemental de Ciencia Oculta
Ed. Kier. Buenos Aires (2001)
3. Juan Sebastian Ohem
Portal de Thelema en México
http://es.geocities.com/sebastian_ohem
Consultada el 29 de julio de 2008
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