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De los recursos que dispone el ser humano para contribuir a la Gran Obra, el tiempo es quizás el más valioso de todos.
Ser iniciado implica sin duda, aprovechar el tiempo más efectivamente que antes de haberse sometido voluntariamente a una ceremonia de tal trascendencia. A partir del citado momento, el proceso de expansión de la conciencia debe originar una actitud más proactiva y orientada a resultados en el recipiendario, dada la significativa prueba de experimentar la profunda sensación de que ha vivido toda su vida en penumbras. Ello implica que el recipiendario se preparará para ser más apto física, sensible, moral e intelectualmente para conseguir lo que se propone en la vida. Ello le conlleva existir aquí y ahora, situado en la realidad y consciente de las fortalezas y debilidades propias, de los recursos a su alcance y de las limitaciones que impone -más no determina- el entorno.
Sin embargo, en una iniciación, son tantos los compromisos que se adquieren tras decenas o cientos de palabras que se repiten al unísono durante los juramentos, que muchas veces ni siquiera nos imaginamos la magnitud de lo que repetimos, muchas veces mecánicamente o con nuestra voluntad minada. Al no estudiar los compromisos que hemos adquirido, al ejercer lo inmediato y olvidar lo trascendente dejamos de considerar que hay cuestiones que van más allá de nuestra propia vida a las cuales nos comprometemos. Entonces, es fácil abandonarlos al olvido.
Bien ya decía Keynes que “en el largo plazo, todos estaremos muertos”. Visto así, el sendero plagado de buenas intenciones que comienza con la iniciación -tal como acontece con el respirar para un neonato-, al empezar con los compromisos pospuestos, nace muerto. Para muestra, muchas de las sublimes ceremonias son culminadas con una tenida de masticación en donde se da rienda suelta a determinadas pasiones, de acuerdo al criterio de cada uno de los presentes.
Todos postergamos realizar determinadas tareas, es un hecho. La propia naturaleza lo impone. El hombre, desde que existe como especie, pospone, por simple necesidad de supervivencia. Primero hay que resolver lo más urgente para darle paso a lo trascendente, en donde nuestros valores y experiencias nos guían para discernir y priorizar.
Lo que es cierto es que cuando abandonamos nuestros compromisos, cada día nos volvemos más indolentes al respecto. Algunos, con el paso del tiempo, entre más juramentos realizamos, conforme asistimos a tenida tras tenida y no dejamos fluir el proceso de iniciación en nosotros mismos, mejor nos vacunamos para evitar una transformación verdadera en nuestra conducta, tangible en hechos concretos.
¿Acaso dejar de procrastinar implica ostentar con fanfarronería el pomposo título de aprendiz de masón, constructor del Gran Templo por encargo directo del GADU:.?
¡Claro que no! ser constructor, aunque no llenará de grabados y colores nuestros arreos, si permitirá que nos reconozcan como tal; y esto es más sencillo de lo que se lee, incluso como se menciona en consignas disfrazadas de oraciones y frases plagadas de buena voluntad y poca intencionalidad, con sincrética y autoimpuesta herencia secular, que pululan en alguna literatura masónica.
Ello implica confrontarnos con preguntas como las siguientes, realizadas con todo respeto:
Ø ¿Hasta cuándo seguiremos siendo presa de nuestras pasiones, ambiciones y demás?
Ø ¿Hasta cuándo seguiremos siendo una triste sombra de lo que imaginamos ser y merecer?
Ø ¿Cuántos venimos a estos talleres con la esperanza secreta de poder vender algo a un Q:.H:., de obtener un favor o una prebenda tan solo por decirnos “hermanos”?
Ø ¿Cuántos ambicionamos grados, medallas, títulos pomposos, vestimentas doradas y llamativas y un templo masónico que lleve nuestro nombre?
Ø ¿Cuántos nos escondemos bajo la sábana de la fraternidad para enmascarar nuestras intenciones?
Ante tal panorama introspectivo, es conveniente recordar que en cada uno de nosotros radica un Maestro interior que nos guía al discernir y nos aleja de las malas acciones. Por ello es que debemos de ser perseverantes en desarrollar su implementación, y debemos tener fe en nosotros mismos así como en la bondad inherente al género humano al respecto.
Un indicador de la existencia de procrastinación de nuestros compromisos iniciáticos es el no tener proyectos auténticos en nuestra vida que reflejen claramente nuestras metas ni darles el adecuado seguimiento, ni indicadores de cumplimiento.
En contraparte, la gratificación inmediata es más motivante que los premios que están distribuidos o son asequibles en el largo plazo. La zona de confort se sitúa en el vivir entre sueños, penumbras y vendas en los ojos, que debería haber quedado atrás cuando se decidió tomar el compromiso de ser auténticamente humano.
Si se logra controlar y programar el momento en el cual seremos recompensados nos convertimos en más eficientes en nuestra vida diaria y eliminaremos el stress, la impulsividad, ansiedad, el temor a fallar, a cometer errores, a que simple y llanamente, el mandil nos quede demasiado holgado.
El tema de la procrastinación está matizado por diferentes tendencias, ya que hay quien lo hace de manera preventiva, ya que la evasión del riesgo es su primera motivación. Asimismo hay quien es indeciso, quien ante la incapacidad de elegir, posterga, a pesar de los altos costos que ello muchas veces implica. Hay a quien le gusta la adrenalina, aquel que siente un nivel alto de emoción al hacer todo en el último momento, estando 100% concentrado en ese instante y disolviendo su ego en ello durante esos momentos, habiendo algún subtipo que menciona constantemente que lo hubiera hecho mejor aun si hubiera empezado antes, curándose en salud. Existe también quien deliberadamente tiene su agenda plenamente planeada para dedicar tiempo a actividades más placenteras.
Visto así, el extremo es cuando la procrastinación es crónica, que aparece donde el masón está esencialmente funcionando en piloto automático, sin poder tomar decisiones al respecto por una serie de factores que lo alienan de sus responsabilidades trascendentales con el G:.A:.D:.U:., la humanidad, su familia y consigo mismo.
El proceso se puede resumir en una figura como la siguiente:
Ante la falta de compromisos cumplidos, los cuestionamientos y el proceso mostrado anteriormente, ¿qué hay que hacer?, ¿qué actitud hay que asumir?
Hay que aprender a programarnos efectivamente, a poner fecha, hora y lugar, recursos a implementar, y alcances a nuestros proyectos si es que deseamos evitar procrastinar, y cumplir lo planteado. Expresar nuestras intenciones de implementación de nuestros sueños, recordando que son mejores las fechas límite tempranas que las largas, porque se obtienen mejores resultados, ya que podemos dar seguimiento y existe menos riesgo en cada posibilidad de aplazamiento innecesario.
Sin más titubeos, simplemente hay que comenzar, ya que la percepción de la actividad cambiará con el proceso, hasta incluso disfrutarla. Paralelamente, hay que determinar la razón del instinto por retrasar, hasta lograr alcanzar la motricidad necesaria para hacer el trabajo y arriesgarse a la imperfección, y si no se obtuvieron los resultados previstos, hay que realimentar las observaciones y llevar a buen puerto nuestros esfuerzos más valiosos.
En el proemio de este Traz:., Albert Pike nos pide que pospongamos nuestros proyectos personales con tal de alcanzar los de la Orden. Sin embargo considero que lo mejor es primero lograr establecer congruencia entre nuestra fe masónica con nuestros proyectos profanos y convertirnos en masones de una sola pieza. Ahora sí, ya la frase de Pike opera: efectivamente, si en un caso determinado, nuestros proyectos son poco congruentes con nuestros valores personales, nuestra dignidad personal y por ende con nuestra condición de masones, bien vale la pena hacerle caso en tal situación al introito de este Traz:. y dejarlos simplemente al olvido.
En todo lo dicho anteriormente está implícito el abandonar los compromisos adquiridos por una serie de razones que podemos hallar mediante el autoanálisis, la introspección y la búsqueda interior. Sin embargo, es importante adquirir disciplina y responsabilidad para alcanzar
Falta en este escenario, darnos cuenta de que es imposible mantenernos de esta manera. El camino es incesante y en ello estamos. Esperemos no haber procrastinado demasiado ya, y que lo que dejamos pendiente en el mundo profano para asistir esta noche, no haya quedado postergado en vano.
Or:. de _____, a 19 de mayo de 2009, E:.V:.
Frat:.
Masón de Pants
¡Es Cuanto!
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