Es sabido que la iniciación real aporta nuevas vías para la expansión de la conciencia al recipiendario y le muestra la bondad del poder recomenzar. Ello no es gratuito: se siente la herida abierta cuando aparece claramente ante nuestros ojos la miserable pérdida de tiempo y recursos, dispersos en la alienación y la forma dispendiosa en que ha vivido, entre sueños y sin determinación para alcanzar nuestros sueños. Esto es, una manifestación abrumadora de la ineficiencia en la gestión propia de los recursos vitales e interrelación con el ambiente, todo ello transmitido mediante un ritual que marca indeleblemente a quien se somete al mismo.
Con ello se renace a una nueva vida, en donde la eficiencia, la armonía y la paz son paradigmas, desconfiando de la apariencia, de las emociones y de lo que no puede ser comprobado por nuestros medios.
A partir de entonces, cobran sentido la duda filosófica y el criterio de falsabilidad, las cuales le otorgan vigencia a la apariencia sensorial o al discurso, o de no ser asi, los destruye, cuando se puede demostrar que es incongruente con la filosofía que le sustenta, para dar paso a ideas más frescas o renovadas.
Es con esa visión que abordamos algunos mitos del liberalismo de estos tiempos conspiratorios que anteceden al 2010.
Los liberales no han encabezado movimientos armadossignificativos en nuestro país desde hace muchos años. Con ello sería plausible pensar en que todos estos años de relativa tranquilidad, -donde salvo algunos desencuentros placeros- han servido para cultivar la paz, como un bien social bajo el cual podemos trabajar y aprovechar nuestro tiempo para la adquisición de competencias.
En ese tenor, entrando al recuento de la acumulación, resulta manifiesto que más aun que “el legado histórico” o “la herencia”, los grupos liberales han dilapidado el tiempo, recurso irrecuperable que se echa mucho de menos al observar el posicionamiento profundo que han hecho sus antagonistas en nuestro México contemporáneo.
Para muestra, basta preguntarnos ¿dónde está la contribución de los liberales en los últimos 30 años hacia el desarrollo social de la entidad? Sin duda es asunto individual. Pero como red, como grupo de trabajo, es poco menos que borroso. Inventos, patentes, grandes obras, premios Nobel, escritores reconocidos, hombres ejemplares se cuentan con los dedos de una mano.
Quizá, más que seguir cantando glorias pasadas y llamando a las imaginarias huestes con frases decimonónicas vale la pena preparar las cuestiones relativas a nuestra reagrupación y desarrollo organizacional. Queda claro que no se dará de un plumazo o mediante una revolución armada. Eso parece ser claro para muchos liberales, aunque para algunos, la maldita costumbre de amanecer con la bota en el cuello no se ha terminado.
Algunos líderes del liberalismo en el país han tenido el mal gusto de expresar públicamente que por la buena o por la mala, como cada 100 años, habrá revolución, incluso armada. ¿Involución ideológica o petardo político?
¿Por qué tanto interés en desenterrar las hachas de guerra? ¿Sólo porque se acerca el 2010?
Sí, porque es una jugosa oportunidad de subir a la palestra como cada 100 años. Nadie lo ignora. Existe subyacente la posibilidad de que tal vez mediante alguna mágica gestión, se le otorgue alguna curul o premio de consolación a los otrora indómitos yprometeicos aniquiladores de la opresión. Y con ello, una misa de responso por el eterno descanso del liberalismo.
La ambición polimórfica lleva a algunos a utilizar incluso a los hermanos de ideología para acudir en masa al llamado de las sirenas.
Las revoluciones armadas han transgredido el derecho natural, el derecho a la vida, superior a todos los demás. Si alguien quiere ofrendar su vida, que su inmolación sea la arenga que destile en su agonía. Por ahora, como organización y como individuos, basta y sobra con el trabajo interior, de recomposición, de sanación y purificación que se tiene que hacer lenta y pausadamente consigo mismo para poder pretender cambiar al mundo.
Creo más en la parsimonia, en la suma de pequeñas ventajas cuantitativas que permiten el salto cuántico y con ello, un cambio en la cualidad, que se ha dejado de apreciar como diferencial, superior y ejemplo de vida que transmita un liderazgo en el entorno.
Sin embargo, me ha sido penoso escuchar en diversas ocasiones frases como que “los enemigos”, “la ultraderecha”, y otras menos afortunadas aun, por parte de hermanos reactivos en la praxis, pero verborreicos en el discurso, lo cual es inútil ante los pasos que dan en su sendero agrupaciones cuyo basamento ideológico es radicalmente opuesto al del liberalismo. Al estar dependiendo de la iniciativa de los antagónicos, dejamos de proponer. Esto es, ser reaccionarios.
Esto es, ser reaccionarios…
La guerra entre el bien y el mal es una caja de Pandora cuando nos olvidamos que éstos son puntos de una misma recta. Leyendo y asimilando con congruencia lo que hemos estudiado, jurado y proclamado una y otra vez, redescubriremos la esencia divina que radica en nosotros y si seremos carne de cañón o prestaremos nuestro nombre a agitadores profesionales una vez más y los encumbraremos para hacer más daño del que ya han hecho desde abajo. Aquellas minorías se darán cuenta que los liberales al grito de guerra difícilmente aprestaremos el acero.
Por ello creo que la recuperación de posiciones se dará más lentamente, con base en la suma de la evolución material, intelectual y espiritual de cada uno de los por ahora auto nombrados liberales, hasta no comprobarlo con la práctica diaria, discreta y esforzada. La publicidad vendrá con nuestros actos en bien de la humanidad, no con simples palabras. Por ejemplo, enseñando con el ejemplo al que no sabe, combatiendo con ello la ignorancia y obedeciendo muchas máximas profundas que pasan desapercibidas para muchos de nosotros, quienes vivimos con los ojos bien cerrados.
Antes de que la responsabilidad histórica termine de enterrar esto, hay que esclarecer que estamos dispuestos a asumir los costos de la paz y de la responsabilidad de los actos personales, e impedir que se nos seduzca con la diatriba fácil y malas prácticas, con el fin de servir de pirámide para advenedizos.
No queda sino dignamente, asimilar la lección, reconocer honestamente que en esta partida de ajedrez, nos faltó tiempo para desenvolver las estrategias previstas, y con ello recolocar las piezas en su lugar inicial, con la certidumbre de la lección recién aprendida, dispuestos a aprovechar el tiempo en la siguiente partida. En suma: volver a iniciar, marcando con ello la diferencia en el quehacer liberal en la entidad.
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