Mañana es domingo y en México se celebra el día del estudiante. Aunque sea domingo, no viene la suerte como el Día del Maestro, que casualmente se conmemora en quincena. Ello nos sitúa en una posición un tanto cómoda porque podemos reconocernos como estudiantes a la par que descansamos. Verdaderamente cómodo. Ello me lleva a preguntarme si soy un estudiante, si me concibo como tal o solamente aprovecho la comodidad de estar matriculado en un R:.L:.S:. sin esforzarme por aprender lo más posible y vivir en la ostentación.
Asimismo, me lleva a preguntarnos en la colectividad si somos estudiantes de los que buscamos obtener un grado ó un título a costa de lo que sea o en verdad sentimos pasión por conocernos a nosotros mismos, a la sociedad y la naturaleza y develar sus misterios y arcanos.
Somos electores de lo que decidimos estudiar. En esta Logia no es la excepción, porque manifestamos de nuestra libre y espontánea voluntad nuestra determinación de trabajar desbastando la piedra bruta, que son nuestras imperfecciones y vicios que hemos acumulado por nuestra inacción, ignorancia, malas acciones, pasiones y omisiones. Sin embargo, la vida a diario nos coloca situaciones ante las cuales deberíamos de reaccionar, estudiar y analizar hasta esclarecer las razones últimas que motivan a las cosas para realizarlas.
Esto es, cada nuevo día tenemos una oportunidad de integrar a nuestra personalidad nuevos conocimientos, que serán herramientas utilísimas en la construcción de nuevos conocimientos y del alcance de la felicidad, para los que hemos elegido estudiar este sistema simbólico de moral y filosofía, construyendo una nueva cosmovisión y un propio método de aprender la realidad para desarrollarnos integralmente.
Recordemos que venimos a aprender y educar, no simplemente enseñar ni instruir, sino transmitir y obtener conocimiento vivencial, significativo, extrapolable y verificable empíricamente en esta R:.L:.S:.
Al respecto les comparto que recuerdo mucho un pasaje de “Breve Historia del Tiempo” de Stephen Hawking, el celebérrimo físico, quien confiesa que incluso estando estudiando el doctorado, difícilmente le dedicaba más de una hora al día a estudiar. ¿Nosotros cuántas horas reales al día le dedicamos a estudiar y a conocer nuestra realidad?
Ello nos lleva a preguntarnos cuáles son los paradigmas con los cuales nos enfrentamos a la realidad, que ahí está pero que no terminamos de absorber, entender e interpretar. Si los paradigmas son netamente masónicos, si son humanos, si están cargados de virtudes y buena voluntad, estaremos en el camino de ser verdaderos estudiantes, de lo contrario, seremos buscadores de grados, status y condecoraciones.
Recordemos que en los sistemas escolarizados a los estudiantes se nos supervisa por exámenes, por asistencias, puntualidad, trabajos realizados, exámenes escritos y orales, por nuestras actitudes y aptitudes, por competencias y objetivos. Sin embargo, en nuestro taller, cuando se nos evalúa se nos incomoda, se nos sitúa en un estado de indefensión debido a nuestra escasa formación masónica. Entonces para evitar el proceso de evaluación es más fácil no asistir, dejar de entregar nuestros burilados, ponemos pretextos, dejamos de pagar cuotas y al momento en el cual se nos conmina a continuar nuestro camino encima parecemos ofendernos.
Estudiar es en gran medida la disposición a hacer un espacio interno para la recepción del conocimiento nuevo que habrá de llenarnos de sabiduría, pero ese proceso falla cuando el ego del aprendiz de estudiante no le permite razonar ni ser diligente con sus compromisos mínimos. En ese momento, comenzamos a darnos de baja nosotros mismos.
Toda esta disciplina – recordemos que en trabajos anteriores, la definíamos como las normas mínimas que siguen los discípulos para llegar a ser como los maestros- nos llevará a buen puerto. Por ende, hay que permitir que el programa masónico, que la propia masonería se integre a nosotros y nos sume a la Gran Obra, que es la realización de la evolución de la humanidad en el futuro próximo. Si no somos capaces de hacer ello, si desconfiamos y cuestionamos en la pasividad de la inacción todo lo referido al programa masónico y de nuestros propios maestros y el camino que señalan, poca cabida tendremos dentro de la Mas:.
Hay que esforzarnos cada día para que por medio de nuestras labores estudiantiles podamos tener la visión concreta de llegar a ser maestros en lo que realizamos, sea lo que sea. Y hay que aprender de todos y con todos, para llegar juntos y a tiempo a otros grados, a otras cosmovisiones, a otros estadios de felicidad, como hermanos que somos.
No olvidemos que en la vida nosotros elegimos las materias, porque son completamente optativas y nosotros decidimos cuánto avanzar en la profundización de nuestros conocimientos y experiencia en esta vida. Sólo nuestra propia inteligencia y capacidad nos marcan los límites.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 22 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
domingo, 23 de mayo de 2010
El Trabajo Masónico
“Virtual Laboris quoque Omnia Vincit”
Lema de la red virtual Masonería Michoacana
Hace unos días se celebró el Día Internacional del Trabajo, bajo la visión de una serie de eventos trágicos que resultaron en muertos, golpeados y perseguidos, debido a las manifestaciones que realizaron obreros en Chicago y otras partes del mundo para exigir un trato más humano e igualitario, con un salario remunerador y mejores condiciones laborales para sí.
Inmediatamente me vino a la mente el hecho de que en la masonería tenemos la costumbre inveterada de hacer alegorías de nuestro trabajo y de que prácticamente todas las herramientas son empleadas para realizar un trabajo determinado. Sin embargo, ¿qué es el trabajo, ¿qué es un trabajo? y ¿qué es trabajar masónicamente? y más aun ¿qué es un trabajo masónico?
La palabra trabajo proviene del castellano antiguo trebejare, que significa esforzarse o esfuerzo, y proviene del latín trabis, que quiere decir obstáculo , traba, impedimento. También se dice que proviene de tripalium, que era una tortura que se imponía en las legiones romanas. Asimismo, se habla del término trabajolium como origen, que era una sobrecarga de trabajo que se imponía a los esclavos a manera de castigo. Cualquiera que sea la versión oficial, las opciones no son precisamente motivantes si las asimilamos sin digerirlas adecuadamente.
Para ello, vale la pena recordar para reivindicar la palabra dentro de la tradición griega a los 12 trabajos de Hércules, quien realizó su peregrinar en plena alegoría solar prodigando sus mejores esfuerzos para lograr resultados titánicos que ningún mortal había podido alcanzar anteriormente. Con ello alcanzó la gloria y nos puso el ejemplo de lo que debe ser el trabajo.
Considero que los frutos de nuestro trabajo hablan más que nuestras propias palabras o nuestras acciones cotidianas, irracionales y sin una prospectiva. Como resultado de un trabajo productivo siempre obtendremos un bien o servicio, ya sea tangible, intangible, reflexivo o espiritual. Si no estamos obteniendo ello, entonces habríamos de pensar en aprovechar el tiempo de mejor manera para obtener tales bienes y satisfactores, tanto en el trabajo como en la recreación.
En nosotros está convertir el trabajo en algo devocional, en la manera más asequible que tenemos de convertirnos en maestros. De lo contrario podemos asumir la definición de tortura insufrible, que no nos llevará sino a la amargura y a contemplar a nuestros jefes y empleadores como capataces o verdugos.
De la misma manera, tenemos que infundir esta visión a los que tenemos que guiar con nuestro liderazgo y mostrarles que los resultados de un trabajo siempre deben ser productivos, a la vez que encargarnos de que sean adecuadamente remunerados, evitando que estén condicionados para recibir un salario raquítico o que no se encuentre a la altura de sus esfuerzos y dignidad, lo cual nos lleva muchas veces a simplemente simular que se trabaja, o programarnos para aparentar trabajar solo durante las horas y días que se proponen como jornada obligatoria, desentendiéndonos de nuestra labor inmediatamente.
Hay que recordar la definición clásica de energía, como aquello que nos permite realizar un trabajo y que no se crea ni se destruye, simplemente se transforma o se comunica. El no trabajar curiosamente con los seres humanos nos condiciona para ser menos capaces de realizar nuestros mejores esfuerzos con el mínimo derroche de recursos; esto es, para lograr alcanzar la maestría, aunque es importante señalar que nos libra del agotamiento, con la terrible pena de procrastinar nuestra evolución.
Visto así, el trabajo masónico es aquel que realizamos en torno al alcance de los objetivos planteados de nuestra libre y espontánea voluntad para construirnos a nosotros mismos y a los demás y un trabajo masónico, el fruto de nuestros mejores esfuerzos para lograr los objetivos que se nos plantea en cada grado de la masonería, a nuestro más masónico entender y de más profunda visión que seamos capaces de concebir en un momento dado.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 22 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
Lema de la red virtual Masonería Michoacana
Hace unos días se celebró el Día Internacional del Trabajo, bajo la visión de una serie de eventos trágicos que resultaron en muertos, golpeados y perseguidos, debido a las manifestaciones que realizaron obreros en Chicago y otras partes del mundo para exigir un trato más humano e igualitario, con un salario remunerador y mejores condiciones laborales para sí.
Inmediatamente me vino a la mente el hecho de que en la masonería tenemos la costumbre inveterada de hacer alegorías de nuestro trabajo y de que prácticamente todas las herramientas son empleadas para realizar un trabajo determinado. Sin embargo, ¿qué es el trabajo, ¿qué es un trabajo? y ¿qué es trabajar masónicamente? y más aun ¿qué es un trabajo masónico?
La palabra trabajo proviene del castellano antiguo trebejare, que significa esforzarse o esfuerzo, y proviene del latín trabis, que quiere decir obstáculo , traba, impedimento. También se dice que proviene de tripalium, que era una tortura que se imponía en las legiones romanas. Asimismo, se habla del término trabajolium como origen, que era una sobrecarga de trabajo que se imponía a los esclavos a manera de castigo. Cualquiera que sea la versión oficial, las opciones no son precisamente motivantes si las asimilamos sin digerirlas adecuadamente.
Para ello, vale la pena recordar para reivindicar la palabra dentro de la tradición griega a los 12 trabajos de Hércules, quien realizó su peregrinar en plena alegoría solar prodigando sus mejores esfuerzos para lograr resultados titánicos que ningún mortal había podido alcanzar anteriormente. Con ello alcanzó la gloria y nos puso el ejemplo de lo que debe ser el trabajo.
Considero que los frutos de nuestro trabajo hablan más que nuestras propias palabras o nuestras acciones cotidianas, irracionales y sin una prospectiva. Como resultado de un trabajo productivo siempre obtendremos un bien o servicio, ya sea tangible, intangible, reflexivo o espiritual. Si no estamos obteniendo ello, entonces habríamos de pensar en aprovechar el tiempo de mejor manera para obtener tales bienes y satisfactores, tanto en el trabajo como en la recreación.
En nosotros está convertir el trabajo en algo devocional, en la manera más asequible que tenemos de convertirnos en maestros. De lo contrario podemos asumir la definición de tortura insufrible, que no nos llevará sino a la amargura y a contemplar a nuestros jefes y empleadores como capataces o verdugos.
De la misma manera, tenemos que infundir esta visión a los que tenemos que guiar con nuestro liderazgo y mostrarles que los resultados de un trabajo siempre deben ser productivos, a la vez que encargarnos de que sean adecuadamente remunerados, evitando que estén condicionados para recibir un salario raquítico o que no se encuentre a la altura de sus esfuerzos y dignidad, lo cual nos lleva muchas veces a simplemente simular que se trabaja, o programarnos para aparentar trabajar solo durante las horas y días que se proponen como jornada obligatoria, desentendiéndonos de nuestra labor inmediatamente.
Hay que recordar la definición clásica de energía, como aquello que nos permite realizar un trabajo y que no se crea ni se destruye, simplemente se transforma o se comunica. El no trabajar curiosamente con los seres humanos nos condiciona para ser menos capaces de realizar nuestros mejores esfuerzos con el mínimo derroche de recursos; esto es, para lograr alcanzar la maestría, aunque es importante señalar que nos libra del agotamiento, con la terrible pena de procrastinar nuestra evolución.
Visto así, el trabajo masónico es aquel que realizamos en torno al alcance de los objetivos planteados de nuestra libre y espontánea voluntad para construirnos a nosotros mismos y a los demás y un trabajo masónico, el fruto de nuestros mejores esfuerzos para lograr los objetivos que se nos plantea en cada grado de la masonería, a nuestro más masónico entender y de más profunda visión que seamos capaces de concebir en un momento dado.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 22 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
lunes, 17 de mayo de 2010
Madurar
Madurar proviene del latín “maduratio”, que significa aceleración. Recordemos que la aceleración de acuerdo a las definiciones clásicas de física es el cambio de velocidad de un cuerpo en movimiento medido en la unidad de tiempo.
Es decir, extrapolando tal concepción, la maduración en el ser humano estará referida a la capacidad de modificar el ritmo habitual de sus circunstancias. ¿Con base en qué? Sin duda en la experiencia adquirida, en el aprendizaje sobre el proceso de desarrollo durante la propia vida y en la elección, sentido e intuición para anticipar recovecos, atajos y posibles obstáculos en el sendero individual.
Madurar implica estar listos para brindar nuestros mejores esfuerzos y dejar de perdernos en el camino, sabiendo dejar atrás lo que nos ha pasado y resignificar nuestras vivencias y darles sentido.
Madurar es un proceso que aunque necesita tiempo, no es garantía de que con el correr de éste, al final se obtengan resultados satisfactorios. Está más relacionado con el modo de vivir y pensar el tiempo transcurrido. Recordemos que en la naturaleza, al estar sobreexpuestas las frutas al calor, o abusar del tiempo sin asumirse fruto -como muchas que pasan directamente de estar verdes a llanamente pudrirse- puede implicar que cuando intentemos obtener lo mejor de nosotros, simplemente haya pasado ya nuestro momento.
La diferencia entre una semilla y un árbol es precisamente, la suma de recursos y energía que han debido de llegar a la misma, para que haya podido desarrollarse. Entonces es deseable ser como el árbol que crece en medio de la maleza, brindando sombra a la medida en que la propia altura se ha permitido, en la manera en la que nos hemos adaptado al medio y hemos sabido extraer lo mejor de lo que nos alimenta para ser más robustos ante los embates del entorno.
Al igual que crecer, morir es parte del proceso, y hay que ir sabiendo hacerlo a diario, lo cual implica aprender que ya no eres tan veloz como cuando joven, que ya tu cuerpo es el de un adulto, a la par que hay que realizarse revisiones médicas, comenzar a perder cabello, a arrugarse, a ganar grasa corporal, a volverse más lento, a perder piezas dentales, a olvidar y a morir. Entender todo ello, asumirlo y anticiparse es madurar.
Al igual como grupo, asumir pérdidas nos hará crecer. Saber desprendernos de alguna rama que arranque el destino o de hojas que el viento lleve hacia otros horizontes, de partes de este ser que simplemente se han apolillado, secado, entelarañado o como genuinas semillas han tomado otro rumbo sin mirar atrás.
Ahora bien, es momento de decidir si formaremos parte de esta generación, de este ser que hemos construido en colectivo y que comienza a mostrarse listo e impaciente para brotar en plenitud. ¿Qué le aportaremos? Habremos de decidirlo también: podremos ser raíces, que no se notan al exterior pero aportan los nutrientes que obtienen visitando el interior de la tierra; también podemos ser el tronco, escoger si somos firmes, inasibles, si serviremos para ser abrazados, si presentaremos horquetas para colgar columpios y hamacas en verano, si tendremos una corteza rugosa, si seremos fácilmente trepados por insectos, que alcanzarán nuestras hojas.
Podemos escoger ser hojas, ser frutos, ser una vistosa flor que enamore los sentidos de quienes la miran, aunque habrá que aceptar el destino cuando nos marchitemos y la admiración recaiga en otra nueva, que arrobará corazones mientras en silencio, contemplaremos nuestra partida.
Más no todo estará perdido, porque ese proceso no es estéril, sino que deja una semilla, que dará origen a una nueva vida, si la energía y recursos se le brindan con oportunidad, así pues, después de brillar en sociedad, sigue la soledad y enseguida la semilla de madurez.
Podemos incluso escoger parasitar: ser una enredadera, ser un animal que vive en la sombra y de los frutos de este árbol. Solamente señalo que por favor, si ésta última fue la opción que más les agradó, cuando se fumigue el árbol, no se quejen.
Madurar no es precisamente desarrollarse, sino es aprender sobre el proceso de desarrollo.
La verdadera madurez sobreviene cuando nos anticipamos a las consecuencias funestas, a costa incluso de sacrificar un miembro, un molar, una pierna, para seguir con vida.
Estamos a tiempo de decidir cual será nuestro destino.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 22 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
M:.Mas:.
¡Es Cuanto!
Es decir, extrapolando tal concepción, la maduración en el ser humano estará referida a la capacidad de modificar el ritmo habitual de sus circunstancias. ¿Con base en qué? Sin duda en la experiencia adquirida, en el aprendizaje sobre el proceso de desarrollo durante la propia vida y en la elección, sentido e intuición para anticipar recovecos, atajos y posibles obstáculos en el sendero individual.
Madurar implica estar listos para brindar nuestros mejores esfuerzos y dejar de perdernos en el camino, sabiendo dejar atrás lo que nos ha pasado y resignificar nuestras vivencias y darles sentido.
Madurar es un proceso que aunque necesita tiempo, no es garantía de que con el correr de éste, al final se obtengan resultados satisfactorios. Está más relacionado con el modo de vivir y pensar el tiempo transcurrido. Recordemos que en la naturaleza, al estar sobreexpuestas las frutas al calor, o abusar del tiempo sin asumirse fruto -como muchas que pasan directamente de estar verdes a llanamente pudrirse- puede implicar que cuando intentemos obtener lo mejor de nosotros, simplemente haya pasado ya nuestro momento.
La diferencia entre una semilla y un árbol es precisamente, la suma de recursos y energía que han debido de llegar a la misma, para que haya podido desarrollarse. Entonces es deseable ser como el árbol que crece en medio de la maleza, brindando sombra a la medida en que la propia altura se ha permitido, en la manera en la que nos hemos adaptado al medio y hemos sabido extraer lo mejor de lo que nos alimenta para ser más robustos ante los embates del entorno.
Al igual que crecer, morir es parte del proceso, y hay que ir sabiendo hacerlo a diario, lo cual implica aprender que ya no eres tan veloz como cuando joven, que ya tu cuerpo es el de un adulto, a la par que hay que realizarse revisiones médicas, comenzar a perder cabello, a arrugarse, a ganar grasa corporal, a volverse más lento, a perder piezas dentales, a olvidar y a morir. Entender todo ello, asumirlo y anticiparse es madurar.
Al igual como grupo, asumir pérdidas nos hará crecer. Saber desprendernos de alguna rama que arranque el destino o de hojas que el viento lleve hacia otros horizontes, de partes de este ser que simplemente se han apolillado, secado, entelarañado o como genuinas semillas han tomado otro rumbo sin mirar atrás.
Ahora bien, es momento de decidir si formaremos parte de esta generación, de este ser que hemos construido en colectivo y que comienza a mostrarse listo e impaciente para brotar en plenitud. ¿Qué le aportaremos? Habremos de decidirlo también: podremos ser raíces, que no se notan al exterior pero aportan los nutrientes que obtienen visitando el interior de la tierra; también podemos ser el tronco, escoger si somos firmes, inasibles, si serviremos para ser abrazados, si presentaremos horquetas para colgar columpios y hamacas en verano, si tendremos una corteza rugosa, si seremos fácilmente trepados por insectos, que alcanzarán nuestras hojas.
Podemos escoger ser hojas, ser frutos, ser una vistosa flor que enamore los sentidos de quienes la miran, aunque habrá que aceptar el destino cuando nos marchitemos y la admiración recaiga en otra nueva, que arrobará corazones mientras en silencio, contemplaremos nuestra partida.
Más no todo estará perdido, porque ese proceso no es estéril, sino que deja una semilla, que dará origen a una nueva vida, si la energía y recursos se le brindan con oportunidad, así pues, después de brillar en sociedad, sigue la soledad y enseguida la semilla de madurez.
Podemos incluso escoger parasitar: ser una enredadera, ser un animal que vive en la sombra y de los frutos de este árbol. Solamente señalo que por favor, si ésta última fue la opción que más les agradó, cuando se fumigue el árbol, no se quejen.
Madurar no es precisamente desarrollarse, sino es aprender sobre el proceso de desarrollo.
La verdadera madurez sobreviene cuando nos anticipamos a las consecuencias funestas, a costa incluso de sacrificar un miembro, un molar, una pierna, para seguir con vida.
Estamos a tiempo de decidir cual será nuestro destino.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 22 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
M:.Mas:.
¡Es Cuanto!
A la Numinosa Rosa...
La inspiración es rosa, trémula, candorosa, sugerente, y como tal, muestra sus encantos de manera inesperada. Recuerdo cuando escribí a pelo este poema en el modesto editor del blogger, cuando era mucho más inestable y muchas veces se perdían los posts. Si no me falla mi memoria, fue un 24 de septiembre de 2004 cuando perpetré este pasaje tan rosa.
Oh tórrida e inmaculada rosa
Yaces dentro del reposo del ayer.
Un libro, tu ataúd.
Una muerte, tu virtud.
Es el preámbulo del delirio,
es la suerte del destino,
seria impronta del vivir.
Es la esperanza del verdor perenne
la que plasma en las pupilas tu alegría,
que apacigua la más vieja herida
son dos alas que refulgen y conmueven
aunque mientras lacere la espina.
Es la promesa de un destino
es la suerte echada al viento
mientras tanto vueltas da al vacío
ese pétalo, esa espina, este pistilo,
cuando la magia del deseo se esfumó
Es trabajo ante la rosa de las rosas,
una, la que impone el Arquitecto,
otra, la que pule el labrador,
cual, será la gracia etérea,
la que plene un alma de candor?
Ese dia abrí, al alba de la campana
de Dolores, una puerta, un arcón
dentro un volumen del libro de mi vida,
donde aparece, yerta, gracil, tibia, tan sutil..
Viejo papel descascarado,
muerte, herrumbe y hiel plegada,
marcan el postrer suspiro omiso
mientras aparece una silueta barruntada
es un cuerpo, lindo, núbil, del rosal del paraíso
Oh, una rosa roja se prodiga sin dudarlo!
Bella, cómo no tomarla entre mis manos
límpida, tierna, se torna trémula en tal momento,
frágil, inmanente, inefable laudano,
el déja vu me vacunó
más nunca imaginé la intensidad de esa emoción.
Cuando cortas una rosa,
rompe en grana la mano,
aquella, ceñida al olvido vano
y el aire la ilusión desbroza.
A la que no mereces, no la cortas
y la que miras, no la tomas.
Una rosa, siendo libre, es trágica,
la belleza contemplativa abigarra las entrañas
mata el ego, el afán por poseer.
Lo sublime no conmueve mas
solo cuando la edad ha surcado tu corazón
abre hoy la vieja puerta
con llaves suaves, bella presencia
entra y se desliza ante ese altar,
sellado en siete sellos de inocencia
Es una suerte a ti implorarte
de rodillas ante tu diafana virtud
mientras entregas el máximo tesoro
cuando ninguna flor así merezco...
No se aún si tomarte,
mas espero hasta esta tarde
cuando se esclarezca mi presencia
Mientras te escribo y te adoro,
porque nunca habia tenido algo
Tan sublime entre mis brazos.
Oh tórrida e inmaculada rosa
Yaces dentro del reposo del ayer.
Un libro, tu ataúd.
Una muerte, tu virtud.
Es el preámbulo del delirio,
es la suerte del destino,
seria impronta del vivir.
Es la esperanza del verdor perenne
la que plasma en las pupilas tu alegría,
que apacigua la más vieja herida
son dos alas que refulgen y conmueven
aunque mientras lacere la espina.
Es la promesa de un destino
es la suerte echada al viento
mientras tanto vueltas da al vacío
ese pétalo, esa espina, este pistilo,
cuando la magia del deseo se esfumó
Es trabajo ante la rosa de las rosas,
una, la que impone el Arquitecto,
otra, la que pule el labrador,
cual, será la gracia etérea,
la que plene un alma de candor?
Ese dia abrí, al alba de la campana
de Dolores, una puerta, un arcón
dentro un volumen del libro de mi vida,
donde aparece, yerta, gracil, tibia, tan sutil..
Viejo papel descascarado,
muerte, herrumbe y hiel plegada,
marcan el postrer suspiro omiso
mientras aparece una silueta barruntada
es un cuerpo, lindo, núbil, del rosal del paraíso
Oh, una rosa roja se prodiga sin dudarlo!
Bella, cómo no tomarla entre mis manos
límpida, tierna, se torna trémula en tal momento,
frágil, inmanente, inefable laudano,
el déja vu me vacunó
más nunca imaginé la intensidad de esa emoción.
Cuando cortas una rosa,
rompe en grana la mano,
aquella, ceñida al olvido vano
y el aire la ilusión desbroza.
A la que no mereces, no la cortas
y la que miras, no la tomas.
Una rosa, siendo libre, es trágica,
la belleza contemplativa abigarra las entrañas
mata el ego, el afán por poseer.
Lo sublime no conmueve mas
solo cuando la edad ha surcado tu corazón
abre hoy la vieja puerta
con llaves suaves, bella presencia
entra y se desliza ante ese altar,
sellado en siete sellos de inocencia
Es una suerte a ti implorarte
de rodillas ante tu diafana virtud
mientras entregas el máximo tesoro
cuando ninguna flor así merezco...
No se aún si tomarte,
mas espero hasta esta tarde
cuando se esclarezca mi presencia
Mientras te escribo y te adoro,
porque nunca habia tenido algo
Tan sublime entre mis brazos.
domingo, 16 de mayo de 2010
El Sublime Príncipe del Real Secreto.
“No quiero que se mire como presunción el que un hombre de humilde cuna
se atreva a examinar y criticar el gobierno de los príncipes”
El Príncipe, Nicolás Maquiavelo.
He pretendido evitar emplear vademécum y prontuarios propios de este Gr:., para emplear mejor mi razón en interpretar la realidad y mi contexto, con ayuda de la liturgia y de la mónita del grado solamente. He debido de abordar diversos tópicos que han burilado indeleblemente mi memoria en aras de contextualizar adecuadamente lo aprendido, y por supuesto, de resignificarme y consolidar mi identidad en esta expansión de mi ser en cuanto masón me concibo.
Me he acercado con mis Il:. HH:. mayores para recibir instrucción respecto al primer tema que debo desbastar. Han sido generosos y me han orientado hacia realizar un primer esbozo de las impresiones que tuve con la ceremonia de exaltación al 32º, el cual comparto con mucho gusto con ustedes esta mañana.
Ser Sublimes.
Deseo comenzar revisando el nombre completo del grado, que en inglés es Sublime Prince of the Royal Secret. En castellano la palabra “real” contiene cierta ambigüedad, ya que se puede referir a la realidad ó a lo relativo a la realeza, revisando su traducción me entero de que está referido al secreto Real, relativo a los reyes.
Retornando el camino, ser sublime es definido como algo que sublimina. Descreo que alguien en este momento logre sublimarse solamente de contemplarme como Príncipe del Real Secreto, y con ello entrar en un éxtasis más allá de la racionalidad, tal y como lo sugiere el nombre del grado, pero ostensiblemente, me queda grande.
Dice Maquiavelo que el príncipe natural tiene menos necesidad y razones de ofender, porque ha nacido en pañales de seda. Sólo les debe preocupar mantener el status quo. En cambio, los que llegamos a ser príncipes a través de una larga carrera, tenemos más de iconoclastas, deconstructivistas y de críticos acérrimos.
Por ello, considero que si mi persona encarnara el nombre del grado sería otra persona, una obra de arte viviente. Evidentemente el nombre del grado no es literal, sino que se refiere a ejercer el principado de un reino que no es este mundo material precisamente.
Para lograrlo, me queda claro que si no hay cambios en mi interior, si no aprendo, si no adquiero nuevas competencias, actitudes, valores y virtudes, el único sublimado seré yo mismo, a la manera de Narciso ante su reflejo en el río. Al primer esbozo de lucidez, podría devenir en Dorian Gray y romper esa simiesca ilusión.
Al pasar de estado sólido a gaseoso, la materia, se sublima, cuando pasa a un estado menos denso. En esos aspectos, un príncipe que abandona su estado primigenio de la materia –nótese la alegoría constructora- hacia otro moldeable, etéreo, imposible de desbastar y de poseerse, fluido en el aire, unidad con el soplo divino, es plenamente masónico.
Prepararnos para sublimarnos progresivamente, es lo que ha hecho el sistema de formación masónica con nuestras conciencias, capaces de discernir, de esquivar el mal, pero de comprenderlo y anticiparlo, de desarrollar en nosotros las más hermosas virtudes.
A la vez implicaría ser capaces de sorprenderse con el arte, de ser sensibles, alertas a nuestra realidad para maravillarnos con la obra del G:.A:.D:.U:.,
Y no olvidarse de que ante la frialdad del toque, existe la sublimación regresiva o deposición, que convierte el vapor de agua en escarcha. Esperemos que la frialdad nunca toque nuestros corazones, trabajados en el aprecio de las artes, el desarrollo de la voluntad e intuición y nos aterrice en la frialdad de nuestra propia realidad, plenamente material y sin capacidad de volvernos a sorprender, perdiendo las facultades que hemos estado desarrollando en esta institución durante muchos años.
Empero, ya en retrospectiva, creo que la realeza que embarga mi ser, al encontrarse mis facultades aún en desarrollo, al no haberse alcanzado su plenitud, bien pueden ser denominadas de un príncipe, visto como eufemismo por mi estado de imperfección.
Aporta el hecho de que se denomine a este grado “administrativo”. Si revisamos la etimología de la palabra, recordemos que proviene de “ad minister”, es decir de estar al servicio de los demás. Es justo que una vez habiendo recorrido tantos escalones de la carrera masónica, volteemos hacia los demás, con mayor sinceridad y conciencia que cuando nos dijeron en la exaltación a M:. Mas:. que deberíamos de preocuparnos por enseñar al ignorante, combatir al ambicioso y desenmascarar al hipócrita, lo cual no siempre lo ejercimos en plenitud, ya que nos dedicamos a seguir la carrera filosófica. Considero que es un buen momento para retornar a consolidar lo aprendido durante este vasto capítulo, como preparación para la realeza que implicaría la obtención del último grado del R:.E:. A:. y A:., el cual nos quedaría muy grande si no fuésemos ejemplo viviente de todas las enseñanzas que hemos recibido en esta larga carrera, constituyéndonos de esa manera en guardianes de la pureza del Rit:. con nuestras acciones cotidianas, preponderantemente. El ejercicio del ministerio implica ser para los demás en la proporción en la que hemos recibido de la Mas:.
La mónita del Gr:.
“Soldados de la Luz, de la Libertad y de la Razón Pura: el pueblo y la Masonería”.
Los trabajos tienen por objeto el desarrollo del poder colectivo de la Orden; se demuestra en ellos que el porvenir de la masonería encierra el porvenir de la humanidad, y que reclutar masones entre los mejores y los más poderosos, organizar por todas partes talleres masónicos y asegurar siempre la cooperación armoniosa de todos a la realización del sublime fin de la masonería es prestar a la humanidad los más gloriosos y los más importantes y señalados servicios, dignos de muy justa y calurosa alabanza.
Hermosa en verdad, aunque muy distante de la realidad en nuestra sociedad actual. Recuerdo que durante el burilado de mi más reciente Col:. Gr:. de Cab:. Kad:. encontré que en la Mónita del 24º se señala la imperiosidad de establecer una educación para la sociedad que forje masones sin mandil. Si esto se hubiera ya realizado, sería sencillo reclutar masones de entre ellos y organizar talleres masónicos en la actualidad. En la práctica, es muy complicado invitar personas a la masonería, debido a innumerables razones sistémicas. Esto me lleva a la reflexión respecto a cuántas personas he invitado a la masonería, a cuántos hermanos he invitado a regularizarse, a exaltarse, al filosofismo, al ajefismo, a la masonería femenina, etcétera. Si mis cuentas no fallan, cerca de 90 invitaciones que me han sido aceptadas, de varios cientos que he realizado. Sin embargo, esto no ha bastado, porque como Sub:. Pr:. del R:. S:. aun no he hecho siquiera una invitación al ajefismo. ¿Acaso ya no me interesa? Es materia de una introspección más profunda.
Mi Exaltación.
Una crónica no bastaría. Mi exaltación no comenzó hoy, ni hace ocho días. El proceso comenzó desde que reuní los requisitos, desde que recibí el 30º y fui burilando Col:. tras Col:., asistiendo y recibiendo obstáculo tras obstáculo para acceder al Cons:. La paciencia y prudencia que debí de ejercer desde un principio, fueron las limitaciones para ser acreedor a recibir este Gr:., sin duda. Sin embargo, creí firmemente en que un Cab:. Kad:. debía de ser puro en sus intenciones y con la misma energía que se pisan una tiara y una corona, se debería de defender la pureza de la comunidad masónica incluso a costa de la dilación de mi propia carrera. Porque yo no quise ser como los fantasmas de los Kkad:. que susurraban en la ceremonia de Ex:. al 30º, lastimeros y llenos de amargura por no haber tenido el valor de hacer lo que su conciencia les dictó en su momento.
Hay quien dice que este grado cierra el ciclo de los Ggr:. de Kkad:., en contraposición con aquellos que señalan que es de índole meramente administrativo. Recuerdo que Robert Greene dice que un rey se respeta a sí mismo e inspira ese sentimiento en otros al actuar de manera regia y confiada, porque con ello uno parece destinado a ceñir una corona. Esa lección la vinculo con la praxis del Cab:. Kad:. , congruente, digno y puro en el actuar y viene ahora a preparar la cabeza de un recién investido príncipe durante los años que durará este proceso de purificación y preparación.
Les comparto asimismo que esta ceremonia ha logrado conmocionar mi ánimo lo suficiente como para haber retornado un poco mis facultades psíquicas y mi incesante búsqueda en el plano astral de lo extraviado en estas cuatro dimensiones. Este mes que ha transcurrido ha sido sumamente intenso al respecto, abriéndose una vez más una puerta que creía cerrada, como una mina agotada y vedada por mis vicios e imperfecciones. No cabe duda que a cada paso que se da en este plano, corresponden otros tantos en otros planos superiores.
Respecto a la ceremonia, percibí una ceremonia sobria, con simbolismos sumamente cargados y difíciles de interpretar a primer vistazo. Una instrucción litúrgica muy encaminada hacia el mazdeísmo, sin contribución de alguna otra cosmovisión prácticamente, lo cual me hace dudar profundamente y permanecer hasta el momento en alerta, ya que considero hay demasiadas advocaciones y símbolos que tienen diversos orígenes como para tomarlos textualmente. Por ejemplo, solamente de una de las palabras sagradas tomo como ejemplo a “salix”, que es un anagrama, pero que por sí misma significa sílice, cuarzo, y también es sauce, álamo. El nombre es arquetipo de la cosa, decía Borges. De ello infiero que hay mucho por leer, interpretar y burilar. Acepto gustoso el reto que ello implicará durante los próximos años y al cual dedicaré los mejores esfuerzos de mi vida masónica.
Y ahora, ¿quién soy?
Creo que soy el mismo ser, con más responsabilidad que aquel que fui cuando recibí los Ggr:. Precedentes. Estos cuatro años que permanecí en el grado anterior me sirvieron para cambiar mi perspectiva de la masonería y ahora he determinado asumir este compromiso de acudir una vez al mes con mayor intensidad que el resto de mis compromisos masónicos, porque es el momento de trabajar en construirme como Sub:. Pr:. del R:. S:., y no de ostentar los demás sin comprender el que acabo de recibir.
Ccamp:. de Morelia, Michoacán de Ocampo, a 16 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
se atreva a examinar y criticar el gobierno de los príncipes”
El Príncipe, Nicolás Maquiavelo.
He pretendido evitar emplear vademécum y prontuarios propios de este Gr:., para emplear mejor mi razón en interpretar la realidad y mi contexto, con ayuda de la liturgia y de la mónita del grado solamente. He debido de abordar diversos tópicos que han burilado indeleblemente mi memoria en aras de contextualizar adecuadamente lo aprendido, y por supuesto, de resignificarme y consolidar mi identidad en esta expansión de mi ser en cuanto masón me concibo.
Me he acercado con mis Il:. HH:. mayores para recibir instrucción respecto al primer tema que debo desbastar. Han sido generosos y me han orientado hacia realizar un primer esbozo de las impresiones que tuve con la ceremonia de exaltación al 32º, el cual comparto con mucho gusto con ustedes esta mañana.
Ser Sublimes.
Deseo comenzar revisando el nombre completo del grado, que en inglés es Sublime Prince of the Royal Secret. En castellano la palabra “real” contiene cierta ambigüedad, ya que se puede referir a la realidad ó a lo relativo a la realeza, revisando su traducción me entero de que está referido al secreto Real, relativo a los reyes.
Retornando el camino, ser sublime es definido como algo que sublimina. Descreo que alguien en este momento logre sublimarse solamente de contemplarme como Príncipe del Real Secreto, y con ello entrar en un éxtasis más allá de la racionalidad, tal y como lo sugiere el nombre del grado, pero ostensiblemente, me queda grande.
Dice Maquiavelo que el príncipe natural tiene menos necesidad y razones de ofender, porque ha nacido en pañales de seda. Sólo les debe preocupar mantener el status quo. En cambio, los que llegamos a ser príncipes a través de una larga carrera, tenemos más de iconoclastas, deconstructivistas y de críticos acérrimos.
Por ello, considero que si mi persona encarnara el nombre del grado sería otra persona, una obra de arte viviente. Evidentemente el nombre del grado no es literal, sino que se refiere a ejercer el principado de un reino que no es este mundo material precisamente.
Para lograrlo, me queda claro que si no hay cambios en mi interior, si no aprendo, si no adquiero nuevas competencias, actitudes, valores y virtudes, el único sublimado seré yo mismo, a la manera de Narciso ante su reflejo en el río. Al primer esbozo de lucidez, podría devenir en Dorian Gray y romper esa simiesca ilusión.
Al pasar de estado sólido a gaseoso, la materia, se sublima, cuando pasa a un estado menos denso. En esos aspectos, un príncipe que abandona su estado primigenio de la materia –nótese la alegoría constructora- hacia otro moldeable, etéreo, imposible de desbastar y de poseerse, fluido en el aire, unidad con el soplo divino, es plenamente masónico.
Prepararnos para sublimarnos progresivamente, es lo que ha hecho el sistema de formación masónica con nuestras conciencias, capaces de discernir, de esquivar el mal, pero de comprenderlo y anticiparlo, de desarrollar en nosotros las más hermosas virtudes.
A la vez implicaría ser capaces de sorprenderse con el arte, de ser sensibles, alertas a nuestra realidad para maravillarnos con la obra del G:.A:.D:.U:.,
Y no olvidarse de que ante la frialdad del toque, existe la sublimación regresiva o deposición, que convierte el vapor de agua en escarcha. Esperemos que la frialdad nunca toque nuestros corazones, trabajados en el aprecio de las artes, el desarrollo de la voluntad e intuición y nos aterrice en la frialdad de nuestra propia realidad, plenamente material y sin capacidad de volvernos a sorprender, perdiendo las facultades que hemos estado desarrollando en esta institución durante muchos años.
Empero, ya en retrospectiva, creo que la realeza que embarga mi ser, al encontrarse mis facultades aún en desarrollo, al no haberse alcanzado su plenitud, bien pueden ser denominadas de un príncipe, visto como eufemismo por mi estado de imperfección.
Aporta el hecho de que se denomine a este grado “administrativo”. Si revisamos la etimología de la palabra, recordemos que proviene de “ad minister”, es decir de estar al servicio de los demás. Es justo que una vez habiendo recorrido tantos escalones de la carrera masónica, volteemos hacia los demás, con mayor sinceridad y conciencia que cuando nos dijeron en la exaltación a M:. Mas:. que deberíamos de preocuparnos por enseñar al ignorante, combatir al ambicioso y desenmascarar al hipócrita, lo cual no siempre lo ejercimos en plenitud, ya que nos dedicamos a seguir la carrera filosófica. Considero que es un buen momento para retornar a consolidar lo aprendido durante este vasto capítulo, como preparación para la realeza que implicaría la obtención del último grado del R:.E:. A:. y A:., el cual nos quedaría muy grande si no fuésemos ejemplo viviente de todas las enseñanzas que hemos recibido en esta larga carrera, constituyéndonos de esa manera en guardianes de la pureza del Rit:. con nuestras acciones cotidianas, preponderantemente. El ejercicio del ministerio implica ser para los demás en la proporción en la que hemos recibido de la Mas:.
La mónita del Gr:.
“Soldados de la Luz, de la Libertad y de la Razón Pura: el pueblo y la Masonería”.
Los trabajos tienen por objeto el desarrollo del poder colectivo de la Orden; se demuestra en ellos que el porvenir de la masonería encierra el porvenir de la humanidad, y que reclutar masones entre los mejores y los más poderosos, organizar por todas partes talleres masónicos y asegurar siempre la cooperación armoniosa de todos a la realización del sublime fin de la masonería es prestar a la humanidad los más gloriosos y los más importantes y señalados servicios, dignos de muy justa y calurosa alabanza.
Hermosa en verdad, aunque muy distante de la realidad en nuestra sociedad actual. Recuerdo que durante el burilado de mi más reciente Col:. Gr:. de Cab:. Kad:. encontré que en la Mónita del 24º se señala la imperiosidad de establecer una educación para la sociedad que forje masones sin mandil. Si esto se hubiera ya realizado, sería sencillo reclutar masones de entre ellos y organizar talleres masónicos en la actualidad. En la práctica, es muy complicado invitar personas a la masonería, debido a innumerables razones sistémicas. Esto me lleva a la reflexión respecto a cuántas personas he invitado a la masonería, a cuántos hermanos he invitado a regularizarse, a exaltarse, al filosofismo, al ajefismo, a la masonería femenina, etcétera. Si mis cuentas no fallan, cerca de 90 invitaciones que me han sido aceptadas, de varios cientos que he realizado. Sin embargo, esto no ha bastado, porque como Sub:. Pr:. del R:. S:. aun no he hecho siquiera una invitación al ajefismo. ¿Acaso ya no me interesa? Es materia de una introspección más profunda.
Mi Exaltación.
Una crónica no bastaría. Mi exaltación no comenzó hoy, ni hace ocho días. El proceso comenzó desde que reuní los requisitos, desde que recibí el 30º y fui burilando Col:. tras Col:., asistiendo y recibiendo obstáculo tras obstáculo para acceder al Cons:. La paciencia y prudencia que debí de ejercer desde un principio, fueron las limitaciones para ser acreedor a recibir este Gr:., sin duda. Sin embargo, creí firmemente en que un Cab:. Kad:. debía de ser puro en sus intenciones y con la misma energía que se pisan una tiara y una corona, se debería de defender la pureza de la comunidad masónica incluso a costa de la dilación de mi propia carrera. Porque yo no quise ser como los fantasmas de los Kkad:. que susurraban en la ceremonia de Ex:. al 30º, lastimeros y llenos de amargura por no haber tenido el valor de hacer lo que su conciencia les dictó en su momento.
Hay quien dice que este grado cierra el ciclo de los Ggr:. de Kkad:., en contraposición con aquellos que señalan que es de índole meramente administrativo. Recuerdo que Robert Greene dice que un rey se respeta a sí mismo e inspira ese sentimiento en otros al actuar de manera regia y confiada, porque con ello uno parece destinado a ceñir una corona. Esa lección la vinculo con la praxis del Cab:. Kad:. , congruente, digno y puro en el actuar y viene ahora a preparar la cabeza de un recién investido príncipe durante los años que durará este proceso de purificación y preparación.
Les comparto asimismo que esta ceremonia ha logrado conmocionar mi ánimo lo suficiente como para haber retornado un poco mis facultades psíquicas y mi incesante búsqueda en el plano astral de lo extraviado en estas cuatro dimensiones. Este mes que ha transcurrido ha sido sumamente intenso al respecto, abriéndose una vez más una puerta que creía cerrada, como una mina agotada y vedada por mis vicios e imperfecciones. No cabe duda que a cada paso que se da en este plano, corresponden otros tantos en otros planos superiores.
Respecto a la ceremonia, percibí una ceremonia sobria, con simbolismos sumamente cargados y difíciles de interpretar a primer vistazo. Una instrucción litúrgica muy encaminada hacia el mazdeísmo, sin contribución de alguna otra cosmovisión prácticamente, lo cual me hace dudar profundamente y permanecer hasta el momento en alerta, ya que considero hay demasiadas advocaciones y símbolos que tienen diversos orígenes como para tomarlos textualmente. Por ejemplo, solamente de una de las palabras sagradas tomo como ejemplo a “salix”, que es un anagrama, pero que por sí misma significa sílice, cuarzo, y también es sauce, álamo. El nombre es arquetipo de la cosa, decía Borges. De ello infiero que hay mucho por leer, interpretar y burilar. Acepto gustoso el reto que ello implicará durante los próximos años y al cual dedicaré los mejores esfuerzos de mi vida masónica.
Y ahora, ¿quién soy?
Creo que soy el mismo ser, con más responsabilidad que aquel que fui cuando recibí los Ggr:. Precedentes. Estos cuatro años que permanecí en el grado anterior me sirvieron para cambiar mi perspectiva de la masonería y ahora he determinado asumir este compromiso de acudir una vez al mes con mayor intensidad que el resto de mis compromisos masónicos, porque es el momento de trabajar en construirme como Sub:. Pr:. del R:. S:., y no de ostentar los demás sin comprender el que acabo de recibir.
Ccamp:. de Morelia, Michoacán de Ocampo, a 16 de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
sábado, 1 de mayo de 2010
Ejercer la Maestría
“Maestro solo Cristo”
Hay que reconocer lo que es un maestro para poder partir hacia un buen destino. No basta con señalar los errores ajenos, sino que hay que procurar iniciar con los propios, ya que yo mismo he tenido serios aciertos y tropiezos al pretender ejercer el magisterio. Si bien, he te tenido buenos maestros, no me puedo quejar, en esta vida he cambiado muchas veces de maestros, que he tenido en verdadera abundancia, en prácticamente todos los ámbitos que he explorado durante mi existencia.
Por ello, creo que puedo darme cuenta de cuando actúo como un maestro y cuándo no.
Un maestro definitivamente es aquel que nos guía con el ejemplo. Los antiejemplos no arrastran tan fuerte como el acompañamiento puntual, cotidiano, amoroso, con entrega y pasión hacia el nobilísimo arte de cultivar las cualidades más profundamente humanas en el educando. Buena fe hacia el alumno, fidelidad a la vocación, paciencia, perseverancia, voluntad y muchas otras virtudes acompañan al docente en el apostolado autoimpuesto.
Enseñar no es educar, tampoco instruir. Estas visiones del pasado concuerdan con la enseñanza robotizada que se ha pretendido inculcar mediante una gran gama de modelos pedagógicos, de los cuales se ha convertido en pasto fácil la institución masónica, por la abundancia de similitudes con las organizaciones militares y la marcialidad incluida. La defensa a ultranza de los antiguos usos y costumbres ha impedido en buena medida el uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, de estrategias pedagógicas modernas y demás auxiliares que robustecen el proceso de enseñanza –aprendizaje.
Al respecto he de decir que lamento contradecir a más de alguno pero no es robotizando ni marcializando como habremos de mostrar el mundo masónico a los aprendices. Por estas razones hay muchas personas que prefieren el camino individual y dirigirse por sus propios medios en la vida, ya que han vislumbrado en carne propia la falta de resultados que brindan los sistemas tradicionalistas.
Un maestro definitivamente es aquel que se prepara. Es aquel que independientemente de cómo haya logrado obtener el grado de maestro, en cuanto se da cuenta de su responsabilidad SE PREPARA, SE ANTICIPA A LAS NECESIDADES DE LOS ALUMNOS y les comparte lo mejor de sí.
En lo particular guardo recuerdos del autodenominado “maestro de ajedrez” que hace algunos ayeres conocí , en donde un conserje necesitado de dinero logró convencer al director de que se le asignaran algunas horas a la semana como “maestro de ajedrez”. Tras algunos ridículos en competencias, sus alumnos aprendieron por sus propios medios a jugar al ajedrez lo suficiente para derrotarlo despiadadamente una tras otra ocasión en el ajedrez. Tal fue la pedantería con que se dirigió el profesor hacia ellos durante el tiempo que duró su precaria superioridad que lo primero que exclamó el adolescente irreverente al brindarle certero jaque mate fue la palabra “maestrucho”. Lo cual derivó en “maistrillo” y demás epítetos que le hicieron descender públicamente de la palestra a la cual se había encaramado. Tiempo después, los propios alumnos solicitaron su baja de la institución. El proceso completo que les narro demoró aproximadamente dos semanas. Podemos engañar a nuestros superiores, colegas, a nosotros mismos incluso, pero a nuestros alumnos, muy poco. Evitemos ser maestros mediocres y más en la masonería, tanto quienes ya lo somos como quienes estamos formándonos para algún día serlo.
También recuerdo a los profesores de educación física que en la escuela primaria pateaban un balón de futbol a media cancha, trasladándonos eufóricos tras el esférico y deviniendo ello en una clase de balompié. Es inevitable comparar tal abominable acción con lo que realizamos al soltarles la retahíla de trabajos por realizar a los neófitos, a lo sumo acompañada de algunos PDF’s, pero cuidadosamente evitamos comprometernos a ofrecerles nuestro tiempo y energía en el burilado y análisis de los temas que los conformarán como masones.
Por ende, un maestro silente, pasivo, ambicioso del salario –simbólico y material-, tacaño y absorto en problemas personales no es el más deseable. La pasividad no suele ser compañera de la innovación, del liderazgo y de la exploración, características innatas del buen docente.
Sin embargo las nuevas concepciones pedagógicas, muchas veces han vuelto más hipócritas, zalameros y ladinos a los malos profesores, quienes llenos de un lenguaje emotivo, vívido, cálido, seudofraternal, de falsa ternura, si no están acompañados del logro de resultados, simplemente sitúan a los educadores como prevaricadores de una profesión y apostolado que en otras naciones es el máximo honor al que puede aspirar un ser humano. En particular, abundan en las escuelas privadas, en donde se dirigen hacia nuestros hijos con un lenguaje primitivo, muecas que atisbando aparentan ser sonrisas que dejan salir estentóreas, alargadas y lentas vocalizaciones. Sin duda no tardarán en ofrecernos asesoría privada a cambio de algunos pesos o en ámbitos masónicos en abandonarnos a nuestra suerte prefiriendo a algún aprendiz más poderoso si consideran que –como me dijo un masón en mis primeros pasos - “aun no eres nadie”:
Este es el mes del Maestro. El Congreso del Estado aprobará este próximo jueves 6 de mayo que el 15 de mayo sea denominado el Día del Maestro Michoacano. ¿Podemos los maestros masones de esta R:. L:. S:. sumarnos a tal efecto y subirnos al barco de las congratulaciones? ¿Tendremos motivos para celebrar tal día? ¿Cuáles?
¿Y los aprendices de esta R:. L:. S:., cómo calificarían a sus mentores, a sus ejemplos de congruencia, sabiduría y bonhomía? ¿Superaríamos la evaluación? ¿Y cómo calificaríamos a los aprendices? ¿ y a los compañeros? ¿y a los demás maestros? ¿ y a las demás logias? Porque somos los mejores, me han dicho. Pero esto solamente se logra evaluando y comparando, para exacerbar nuestro egotismo. Entonces ¿evaluamos ó no evaluamos? Sugiero que si, con criterios universales, a manera de autoevaluación, de búsqueda de nichos de oportunidad en los cuales se pueda sembrar la calidad futura.
Reprobar, juzgar y sentenciar no sería justo, porque el buen maestro no busca llegar solo y de prisa; sino que busca llegar con todos y a tiempo. El buen maestro vive lo que predica y se acerca a los demás para ayudarlos. Comprende que educar es permitir que florezcan las mejores cualidades humanas de sus pupilos -etimológicamente “sacar de dentro”-, y que al final del día, al terminar el curso, ninguno falte.
Maestro no es aquel que rebaja la cuerda para que los alumnos fácilmente accedan a grados superiores, ni el que con prontitud y celeridad pide prebendas para el alumno influyente, susceptible de ser extorsionado en el mundo profano.
Maestro es el que explica, de viva voz, con sus propias palabras, los conceptos. Maestro no es el que musita palabras anacrónicas de vetustas y polvosas ediciones, sino el que logra comprender la esencia de las mismas y traerlas de manera sencilla, al aquí y ahora de quienes lo escuchan.
Si esto falla, falla el maestro.
Ser maestro sin tener alumnos, sin tener a quien compartirles, simplemente implica pretender ostentarse como maestro en el sentido etimológico de ser más que los demás, lo cual reduce irremisiblemente la concepción y la condena al olvido y al fracaso absoluto, con el respectivo dispendio de recursos que ello implica. Entonces solo podemos ostentarnos racionalmente como maestros si tenemos aprendices, si tenemos compañeros, si hay maestros jóvenes que nos asuman como tales y nosotros les instruyamos. Si el propio maestro joven víctima de soberbia niega al decano, o si el decano ignora al maestro joven, seremos partícipes de la desintegración de esta R:.L:. S:. concebida como un centro de aprendizaje.
Por ello, no formemos maestros que no estarán dispuestos a ejercer el magisterio, no les permitamos llegar ahí. Si están dispuestos a serlo, que lo señalen de su libre y espontánea voluntad y que se comprometan a presentar resultados de ello desde antes de serlo. Y por otra parte, a quienes ya somos maestros deberíamos de invitarnos a demostrarlo.
¿A cuántas personas hemos instruido en esta logia? A cuántos ávidos de conocimiento hemos brindado seguimiento para que ingresen? Esa cifra puede ser señal de cuánto hemos abrevado de la masonería y cuánto hemos devuelto. Si la masonería está en decadencia es fundamentalmente por los hombres que la integramos, particularmente por aquellos que ingresan a servirse de ella, de sus relaciones, a colocarse, a volverse parte de una clase acomodada, creyendo que lo merecen todo y que no deben de reportar nada a cambio.
Si no lo hemos hecho, reflexionemos y procuremos ostentar menos nuestra maestría y retornar al trabajo masónico con más ahínco que nunca. El silencio es un gran consejero, ayuda a organizar nuestras ideas y a contemplar la obra que hemos construido. Opinemos menos sin sustento, guardemos más silencio y proyectemos concretamente hasta que logremos hacer florecer lo que nos proponemos colectivamente. La falta de evaluación y de autocrítica limita a informar solamente a los externos y a priorizar otros intereses por encima de la fraternidad.
Por otra parte, ¿cuántas veces hemos fungido como antiejemplos en nuestra vida? ¿cuántas veces hemos decepcionado a quienes nos rodean con actitudes plenamente profanas? ¿cuántos de los que otros maestros han cuidado se han ido por falta de seguimiento de sus respectivos maestros, quienes deberían de estar al pendiente de su formación y cuidado, más no lo hacen por razones que solamente ellos conocen?
El maestro debe ser un diáfano reflejo del Orden que ha sido designado para este plano existencial, aunque ¿a cuántos les hemos extraviado su razón susurrándoles sofismas?
¿Cuántas veces hemos aprovechado nuestra maestría para obtener poder, o para engañar a otros maestros menos hábiles sumándolos a lo que nuestros torvos deseos señalan?
Por ello, los invito a que ejerzamos la maestría con ejemplo, no con ostentación fatua e inverosímil, que en la vida diaria la luz del sol desnuda los materiales translúcidos, manifestando la calidad de lo que hemos construido. Siempre el maestro será también aquel que sabe guardar la compostura en los peores escenarios.
Con nuestros hábitos y conductas ¿cuántas vidas hemos iluminado y cuantas ilusiones hemos segado? ¿Cuántos proyectos se han marchitado entre nuestras magistrales manos y cuántas hemos hecho florecer con nuestras amorosas palabras y continuo cuidado? Sopesemos con la balanza dentro de nuestra conciencia, para que en ese balance, tal vez comprendamos que es inútil buscar influir en vidas ajenas cuando somos manifiestamente incapaces de controlar nuestro propio cuerpo y ponernos a trabajar a costa de someter nuestras pulsiones traicioneras.
Por ello, asumamos unívocamente que los aprendices, los compañeros y los maestros masones no son de nadie, en todo caso ,son de la Logia, y nuestros esfuerzos en pro de la logia deben de ser en positivo, impidiendo por encima de cualquier interés individual, material o colectivo que se caigan nuestras columnas más valiosas, las de carne y hueso. Ya que el maestro es el primero que debe saltar al frente para trabajar de más y con ello poner el ejemplo, es el que debe señalar la manera de burilar, el que deja la tarea en las vacaciones y la revisa de retorno a clases, el que debe de encabezar la organización de los actos cívicos, privilegiando la participación y desenvoltura de los más nuevos, mostrando ante la comunidad de aprendizaje de manera constructivista cómo han ido desarrollándose los educandos bajo su tutela. Asimismo, siempre es el primero que debe preocuparse por los que se han quedado rezagados.
Si eso no es ser maestro, por favor díganmelo, porque he estado equivocado.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 1° de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
M:.Mas:.
¡Es Cuanto!
Hay que reconocer lo que es un maestro para poder partir hacia un buen destino. No basta con señalar los errores ajenos, sino que hay que procurar iniciar con los propios, ya que yo mismo he tenido serios aciertos y tropiezos al pretender ejercer el magisterio. Si bien, he te tenido buenos maestros, no me puedo quejar, en esta vida he cambiado muchas veces de maestros, que he tenido en verdadera abundancia, en prácticamente todos los ámbitos que he explorado durante mi existencia.
Por ello, creo que puedo darme cuenta de cuando actúo como un maestro y cuándo no.
Un maestro definitivamente es aquel que nos guía con el ejemplo. Los antiejemplos no arrastran tan fuerte como el acompañamiento puntual, cotidiano, amoroso, con entrega y pasión hacia el nobilísimo arte de cultivar las cualidades más profundamente humanas en el educando. Buena fe hacia el alumno, fidelidad a la vocación, paciencia, perseverancia, voluntad y muchas otras virtudes acompañan al docente en el apostolado autoimpuesto.
Enseñar no es educar, tampoco instruir. Estas visiones del pasado concuerdan con la enseñanza robotizada que se ha pretendido inculcar mediante una gran gama de modelos pedagógicos, de los cuales se ha convertido en pasto fácil la institución masónica, por la abundancia de similitudes con las organizaciones militares y la marcialidad incluida. La defensa a ultranza de los antiguos usos y costumbres ha impedido en buena medida el uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, de estrategias pedagógicas modernas y demás auxiliares que robustecen el proceso de enseñanza –aprendizaje.
Al respecto he de decir que lamento contradecir a más de alguno pero no es robotizando ni marcializando como habremos de mostrar el mundo masónico a los aprendices. Por estas razones hay muchas personas que prefieren el camino individual y dirigirse por sus propios medios en la vida, ya que han vislumbrado en carne propia la falta de resultados que brindan los sistemas tradicionalistas.
Un maestro definitivamente es aquel que se prepara. Es aquel que independientemente de cómo haya logrado obtener el grado de maestro, en cuanto se da cuenta de su responsabilidad SE PREPARA, SE ANTICIPA A LAS NECESIDADES DE LOS ALUMNOS y les comparte lo mejor de sí.
En lo particular guardo recuerdos del autodenominado “maestro de ajedrez” que hace algunos ayeres conocí , en donde un conserje necesitado de dinero logró convencer al director de que se le asignaran algunas horas a la semana como “maestro de ajedrez”. Tras algunos ridículos en competencias, sus alumnos aprendieron por sus propios medios a jugar al ajedrez lo suficiente para derrotarlo despiadadamente una tras otra ocasión en el ajedrez. Tal fue la pedantería con que se dirigió el profesor hacia ellos durante el tiempo que duró su precaria superioridad que lo primero que exclamó el adolescente irreverente al brindarle certero jaque mate fue la palabra “maestrucho”. Lo cual derivó en “maistrillo” y demás epítetos que le hicieron descender públicamente de la palestra a la cual se había encaramado. Tiempo después, los propios alumnos solicitaron su baja de la institución. El proceso completo que les narro demoró aproximadamente dos semanas. Podemos engañar a nuestros superiores, colegas, a nosotros mismos incluso, pero a nuestros alumnos, muy poco. Evitemos ser maestros mediocres y más en la masonería, tanto quienes ya lo somos como quienes estamos formándonos para algún día serlo.
También recuerdo a los profesores de educación física que en la escuela primaria pateaban un balón de futbol a media cancha, trasladándonos eufóricos tras el esférico y deviniendo ello en una clase de balompié. Es inevitable comparar tal abominable acción con lo que realizamos al soltarles la retahíla de trabajos por realizar a los neófitos, a lo sumo acompañada de algunos PDF’s, pero cuidadosamente evitamos comprometernos a ofrecerles nuestro tiempo y energía en el burilado y análisis de los temas que los conformarán como masones.
Por ende, un maestro silente, pasivo, ambicioso del salario –simbólico y material-, tacaño y absorto en problemas personales no es el más deseable. La pasividad no suele ser compañera de la innovación, del liderazgo y de la exploración, características innatas del buen docente.
Sin embargo las nuevas concepciones pedagógicas, muchas veces han vuelto más hipócritas, zalameros y ladinos a los malos profesores, quienes llenos de un lenguaje emotivo, vívido, cálido, seudofraternal, de falsa ternura, si no están acompañados del logro de resultados, simplemente sitúan a los educadores como prevaricadores de una profesión y apostolado que en otras naciones es el máximo honor al que puede aspirar un ser humano. En particular, abundan en las escuelas privadas, en donde se dirigen hacia nuestros hijos con un lenguaje primitivo, muecas que atisbando aparentan ser sonrisas que dejan salir estentóreas, alargadas y lentas vocalizaciones. Sin duda no tardarán en ofrecernos asesoría privada a cambio de algunos pesos o en ámbitos masónicos en abandonarnos a nuestra suerte prefiriendo a algún aprendiz más poderoso si consideran que –como me dijo un masón en mis primeros pasos - “aun no eres nadie”:
Este es el mes del Maestro. El Congreso del Estado aprobará este próximo jueves 6 de mayo que el 15 de mayo sea denominado el Día del Maestro Michoacano. ¿Podemos los maestros masones de esta R:. L:. S:. sumarnos a tal efecto y subirnos al barco de las congratulaciones? ¿Tendremos motivos para celebrar tal día? ¿Cuáles?
¿Y los aprendices de esta R:. L:. S:., cómo calificarían a sus mentores, a sus ejemplos de congruencia, sabiduría y bonhomía? ¿Superaríamos la evaluación? ¿Y cómo calificaríamos a los aprendices? ¿ y a los compañeros? ¿y a los demás maestros? ¿ y a las demás logias? Porque somos los mejores, me han dicho. Pero esto solamente se logra evaluando y comparando, para exacerbar nuestro egotismo. Entonces ¿evaluamos ó no evaluamos? Sugiero que si, con criterios universales, a manera de autoevaluación, de búsqueda de nichos de oportunidad en los cuales se pueda sembrar la calidad futura.
Reprobar, juzgar y sentenciar no sería justo, porque el buen maestro no busca llegar solo y de prisa; sino que busca llegar con todos y a tiempo. El buen maestro vive lo que predica y se acerca a los demás para ayudarlos. Comprende que educar es permitir que florezcan las mejores cualidades humanas de sus pupilos -etimológicamente “sacar de dentro”-, y que al final del día, al terminar el curso, ninguno falte.
Maestro no es aquel que rebaja la cuerda para que los alumnos fácilmente accedan a grados superiores, ni el que con prontitud y celeridad pide prebendas para el alumno influyente, susceptible de ser extorsionado en el mundo profano.
Maestro es el que explica, de viva voz, con sus propias palabras, los conceptos. Maestro no es el que musita palabras anacrónicas de vetustas y polvosas ediciones, sino el que logra comprender la esencia de las mismas y traerlas de manera sencilla, al aquí y ahora de quienes lo escuchan.
Si esto falla, falla el maestro.
Ser maestro sin tener alumnos, sin tener a quien compartirles, simplemente implica pretender ostentarse como maestro en el sentido etimológico de ser más que los demás, lo cual reduce irremisiblemente la concepción y la condena al olvido y al fracaso absoluto, con el respectivo dispendio de recursos que ello implica. Entonces solo podemos ostentarnos racionalmente como maestros si tenemos aprendices, si tenemos compañeros, si hay maestros jóvenes que nos asuman como tales y nosotros les instruyamos. Si el propio maestro joven víctima de soberbia niega al decano, o si el decano ignora al maestro joven, seremos partícipes de la desintegración de esta R:.L:. S:. concebida como un centro de aprendizaje.
Por ello, no formemos maestros que no estarán dispuestos a ejercer el magisterio, no les permitamos llegar ahí. Si están dispuestos a serlo, que lo señalen de su libre y espontánea voluntad y que se comprometan a presentar resultados de ello desde antes de serlo. Y por otra parte, a quienes ya somos maestros deberíamos de invitarnos a demostrarlo.
¿A cuántas personas hemos instruido en esta logia? A cuántos ávidos de conocimiento hemos brindado seguimiento para que ingresen? Esa cifra puede ser señal de cuánto hemos abrevado de la masonería y cuánto hemos devuelto. Si la masonería está en decadencia es fundamentalmente por los hombres que la integramos, particularmente por aquellos que ingresan a servirse de ella, de sus relaciones, a colocarse, a volverse parte de una clase acomodada, creyendo que lo merecen todo y que no deben de reportar nada a cambio.
Si no lo hemos hecho, reflexionemos y procuremos ostentar menos nuestra maestría y retornar al trabajo masónico con más ahínco que nunca. El silencio es un gran consejero, ayuda a organizar nuestras ideas y a contemplar la obra que hemos construido. Opinemos menos sin sustento, guardemos más silencio y proyectemos concretamente hasta que logremos hacer florecer lo que nos proponemos colectivamente. La falta de evaluación y de autocrítica limita a informar solamente a los externos y a priorizar otros intereses por encima de la fraternidad.
Por otra parte, ¿cuántas veces hemos fungido como antiejemplos en nuestra vida? ¿cuántas veces hemos decepcionado a quienes nos rodean con actitudes plenamente profanas? ¿cuántos de los que otros maestros han cuidado se han ido por falta de seguimiento de sus respectivos maestros, quienes deberían de estar al pendiente de su formación y cuidado, más no lo hacen por razones que solamente ellos conocen?
El maestro debe ser un diáfano reflejo del Orden que ha sido designado para este plano existencial, aunque ¿a cuántos les hemos extraviado su razón susurrándoles sofismas?
¿Cuántas veces hemos aprovechado nuestra maestría para obtener poder, o para engañar a otros maestros menos hábiles sumándolos a lo que nuestros torvos deseos señalan?
Por ello, los invito a que ejerzamos la maestría con ejemplo, no con ostentación fatua e inverosímil, que en la vida diaria la luz del sol desnuda los materiales translúcidos, manifestando la calidad de lo que hemos construido. Siempre el maestro será también aquel que sabe guardar la compostura en los peores escenarios.
Con nuestros hábitos y conductas ¿cuántas vidas hemos iluminado y cuantas ilusiones hemos segado? ¿Cuántos proyectos se han marchitado entre nuestras magistrales manos y cuántas hemos hecho florecer con nuestras amorosas palabras y continuo cuidado? Sopesemos con la balanza dentro de nuestra conciencia, para que en ese balance, tal vez comprendamos que es inútil buscar influir en vidas ajenas cuando somos manifiestamente incapaces de controlar nuestro propio cuerpo y ponernos a trabajar a costa de someter nuestras pulsiones traicioneras.
Por ello, asumamos unívocamente que los aprendices, los compañeros y los maestros masones no son de nadie, en todo caso ,son de la Logia, y nuestros esfuerzos en pro de la logia deben de ser en positivo, impidiendo por encima de cualquier interés individual, material o colectivo que se caigan nuestras columnas más valiosas, las de carne y hueso. Ya que el maestro es el primero que debe saltar al frente para trabajar de más y con ello poner el ejemplo, es el que debe señalar la manera de burilar, el que deja la tarea en las vacaciones y la revisa de retorno a clases, el que debe de encabezar la organización de los actos cívicos, privilegiando la participación y desenvoltura de los más nuevos, mostrando ante la comunidad de aprendizaje de manera constructivista cómo han ido desarrollándose los educandos bajo su tutela. Asimismo, siempre es el primero que debe preocuparse por los que se han quedado rezagados.
Si eso no es ser maestro, por favor díganmelo, porque he estado equivocado.
Or:. de Morelia, Michoacán, a 1° de mayo de 2010, E:.V:.
Fraternalmente,
M:.Mas:.
¡Es Cuanto!
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