Habiendo sentido que la espera se acabó, se acelera la respiración, el límite se ha transgredido. El largo confort no se prolongará más. El oxígeno se agota lentamente, las paredes comprimen el espacio, no hay salvación. Pero, morir apresado por una propia habitación.. ¡Eso jamás!
Sediento de perfección, ávido de morir envuelto en la gloria de la elección del propio destino, se arroja al fondo del más allá,
El cordón se rompe por lo más delgado, el terror apremia pero la determinación gobierna. Un golpe chasquea, mientras aquel valiente ha abierto los ojos. Ahora el aire insufla su nuevo vehículo de reencuentro y trascendencia.
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