lunes, 21 de junio de 2010

Dicen que la Esperanza Mexicana está en el Futbol.

En estas épocas de la máxima competencia del futbol mundial, en nuestra nación nos encontramos bombardeados inmisericordemente por la propaganda respecto a todo lo relacionado con la práctica del mismo. Parece que por un mes se ha pausado la primera plana y solamente importa el futbol. Con tal parapeto En este Bicentenario, aprovechando semejante parapeto, es de esperarse que los políticos de más de alguna nación bananera lo conviertan en el Mes de Hidalgo. En el entendido de que hay que estudiar los fenómenos sociales de nuestra actualidad desde una perspectiva masónica es que me atrevo a presentar esta Col:. Gr:. ante ustedes.

No hay que olvidar la historia del futbol, que comienza, como nuestro R:.E:.A:. y A:., en Inglaterra, a la sombra de la guillotina, pateando cabezas recién desprendidas de sus cuerpos. Si revisamos la historia de la Revolución Francesa, nos daremos cuenta de que hubieron Llog:. muy antagónicas, tanto conformadas por nobles como otras por intelectuales revolucionarios. Por ende,QQ:.HH:. dieron muerte a otros, por el hecho de encontrarse en una posición política diferente. En este contexto, no resulta descabellado visualizar QQ:. HH:. jugando balompié con los restos mortales de otros, reduciendo al absurdo el pisar la corona y la tiara papal que realizamos en el hermoso grado de Cab:. Kad:. De lo sublime a lo ridículo media muy poca distancia, y esos son los antecedentes del juego de futbol, proveniente de naciones civilizadas.

A pesar de los múltiples tratados de paz y no agresión, el culto que le rendíamos al Dios de la Guerra, en la actualidad mediante esta competencia se sigue dando: se posibilitan la discriminación entre países, la guerra fría, el dispendio de recursos del erario público, la Ley Marshall, la economía de guerra de los EEUU de la II Guerra Mundial está presente en la mayoría de los hogares mexicanos: compra de pantallas de LCD, cerveza, boletos de cine, horas no laboradas, etcétera-, el escarnio colectivo al alcance de todo opinador. Las imágenes dantescas de la pobreza en los cinturones de miseria de Sudáfrica en la televisión han hecho que más de alguna persona de clase “acomodada” me comente lo mal que viven allá. Si supieran que las imágenes bien pudieron tomarse en la periferia de la ciudad, por ejemplo la colonia Medallistas Olímpicos. Mientras tanto, a nivel macro, las cabezas ruedan y los territorios avanzan o retroceden. Standard & Poors no tarda en incluir el desempeño futbolero en la clasificación de riesgo-país.

La competencia entre marcas es igual ó más feroz, solo hay intereses globales que se mueven al ritmo de la sambinha que impone el que conduce la pelota. En ello, se juega nuestro futuro sin saberlo, tal vez más que entre naciones. Si gana un equipo patrocinado por Nike, los hijos de los hijos de los tailandeses tendrán trabajo. En cambio, si ganan los atletas mercenarios de Adidas, logrará Pakistán reducir su desempleo, recaudar más impuestos y completar su carrera armamentista. Es evidente que no son efectos mariposa, semejan más al aleteo de un Apache en Irak, al ronroneo de un M-1 en Afganistán o de un Xiuhcóatl en Apatzingán.

El futbol es un juego dual, una lucha de contrarios que ha mantenido a la humanidad ocupada, opinando e imitándolo a la manera de los experimentos con macacos en Japón se ha concentrado una masa crítica tal que si hubiera otro planeta donde habitasen humanos, estoy seguro ya los habríamos contagiado. Cualquiera que asista a un estadio de futbol, en pocos minutos notará cómo se comienza a vociferar, gritar, brincar y hasta abrazar al aficionado de al lado cuando cae un gol. Nuestras vidas se mantienen en otras partes, pero el egregor futbolero parece omnipresente.

El fanatismo es cuestión aparte, porque como masones ya hemos revisado y sabemos bien que el estar situados en un templo sagrado sin el temple adecuado, para el profano posibilita la ejecución de las más terribles atrocidades, ya que literalmente, de encontrarse el fanático en el desván del templo –phanus atticus- se convierte en el Fauno del ático -Phaunus atticus- que baja del mismo al estadio, o a la sala del televisor y de ahí a las Tarascas, volcando simiescamente sus pasiones con el aval egotista de su filiación al templo.

Recuerdo en particular la inspiradora lluvia que llegó al segundo gol de México contra los franceses, porque justo al instante cayó un divino aguacero que lavó todo. El politeísta aborigen con el cual dialogo constantemente me dice desde que tengo memoria que Dios manda la lluvia cuando quiere lavar algo. La lluvia, por razones que desconozco, pero supongo fisiológicas, yo la siento en el estómago, que me pide comida, en la garganta, que se cierra, como si quisiera llorar de emoción, en la cabeza, que pide sueño reparador, me recorre por completo y me hace experimentarla, vivenciarla, lo cual fue para mí un momento de analizar: Si Dios mandó una lluvia torrencial justo en este instante, ¿qué deseaba lavar con tanto ahínco? Contemplar cómo la lluvia en este planeta azul lava, limpia y se lleva lo malo parecía sugerirme que es el momento de comportarnos como bien nacidos y creer en nuestra patria. Cliché nacionalista sin duda, vendedor de comerciales. Los logros de otros, eso son. Sin embargo, ¡qué gusto ser mexicano en ese momento! ¡Vivan los Zacapoaxtlas del Bicentenario!

Después de días, ya habiendo reposado la reflexión, llego a la conclusión que esa lluvia y triunfo sobre los franceses nos invitó a cerrar nuestros espacios de desconfianza y en recomenzar, en volver a creer. En abrirnos del yo al “nosotros podemos”, pero por supuesto, a partir de nuestras condiciones, en la cancha y con los rivales que nosotros decidamos.

Sin embargo, la práctica del futbol no es generalizada como pudiera pensarse. No somos disciplinados, ya que las estadísticas, a diferencia de quienes nos dicen que comemos y soñamos futbol, dicen otras cosas. En México, en particular en Michoacán, no hay muchas ligas organizadas afiliadas y federadas de futbol. La mayoría lo practica de manera empírica, no sistemática, sin entrenadores capacitados. Tengo mis serias reservas respecto a las bondades de practicar de esa manera el “único” deporte verdadero, hegemónico, trascendente.
Hay que reconocer que la movilidad social que genera es impresionante, cómo a unos pocos literalmente les transforma la vida. Darse cuenta de las historias de vida de los futbolistas es todo un cuento de hadas, en donde sin mayor mérito que el saber patear un balón trascienden la lacerante realidad cotidiana que se vive en una favela brasileña, de los cinturones de miseria desérticos de Iztapalapa o de la violencia urbana y descomposición social que se vive en los linderos de la colonia Eduardo Ruiz con la Guadalupe, como en el caso del moreliano Omar Trujillo. Ahora sí lo entiendo, ¡cómo no ser devotos con tanto fervor habiendo nacido en México, el segundo país más desigual del mundo!

Asimismo, la calidad y procedencia del dinero que se mueve en torno al futbol es plenamente dudosa. En el mejor de los casos, asumiendo que los partidos no están arreglados, el empleo que se genera es de confianza totalmente. No basta ser eficiente, sino que hay que ser amigo de los entrenadores, directivos y promotores para poder pisar la cancha.

En fin, así es lo blanco y lo negro con el dinero que se maneja en su contexto, porque no es sino deporte dual, deporte en conjunto, deporte que no pasa desapercibido en la televisión, ya que nos hemos vuelto adictos a verlo, a comentarlo., que nos enseña su práctica y observación a aprender a confiar en los demás, a disciplinarte, a vestirte para ser reconocido como tal y ponerte a cubierto de las arbitrariedades y abusos en tu contra.

Por otra parte, hay quien se enseña a golpear a los demás, a sacar ventaja mínima con todos los trucos posibles, golpes, manotazos, artimañas, amenazas, etc. El blanco contra el negro, rudos contra técnicos. El número dos en toda su expresión. Once contra once. Uno más uno versus uno más uno. Dos contra dos, esto es, cuatro, el número de la estabilidad. Después aparecen los tres árbitros que participan en la cancha, los tres maestros del juego que lo convierten en legal, que lo convierten en un siete. Inmediatamente, esa relación cuadrado-triángulo, me hace evocar la silueta de un mandil de aprendiz de masón. Entiendo entonces por qué la autoridad infalible del árbitro, por qué la rotunda dificultad de incluir términos digitales en un juego de procedencia “divina”.

Ese triangulo nos acercaría a lo inmaterial, al plano de lo ideal, noético, mientras que los 22 elementos restantes –cuales arcanos del Tarot-, quienes recrean un universo entero pateando la divinidad de lo esférico nos mantienen en el plano material. La grandeza de lo sucedido en ese partido de futbol radica en saber que hay otros morenitos de bronce que pueden hacer lo que desean, a nivel mundial. Está la invitación a que el más jorobado de nosotros sea el más destacado. A que el más anciano sea el que tenga la mayor responsabilidad en el momento decisivo.

Por estas razones, ahora tengo la certeza de que Cuauhtémoc no está jorobado, sino que es el peso de la responsabilidad de los sueños de 100 millones de mexicanos lo que le convexa la espalda.

¿Quien se asume? ¿quién da el paso hacia adelante, es capaz de tomar el esférico y cargar con la esperanza de 100 millones de paisanos en la espalda, anunciar el disparo y a pesar de ello ejecutarlo con tal precisión que el mejor portero francés del momento sea incapaz de detenerlo? ¿Nosotros como padres de familia somos capaces de tomar los sueños de nuestros hijos, hechos de nubes rosas, de sinapsis fragilísimas y convertirnos en auténticos sagitarios de su destino?

¿O aquí en la masonería así como decimos simplemente que nos formaremos en el llano, líricamente, que la escuela de la vida será la que nos haga reconocernos como masones?

Si como los futbolistas, nos limitamos a jugar bien, a realizar desplazamientos corporales exclusivamente para manifestar nuestra grandeza, para llenar nuestro ego, poco podremos hacer cuando seamos exigidos para jugar el partido de nuestras vidas, porque nuestro momento se habrá ido para siempre y la lluvia habrá lavado nuestras huellas en este mundo.

Los invito a que seamos futbolistas de nuestros propios campeonatos. Seamos seleccionados de nuestra propia vida, así como padres lo fuimos en el plano astral de nuestros hijos, que nos eligieron para encarnar siguiendo al maestro, ejemplo, guía y amigo que creyeron seríamos siempre para ellos.

Dudemos de lo que nos presenta la televisión. Yo siempre me he preguntado por qué los narradores de futbol son tan elegantes en su vestimenta. A toda hora lucen trajes de diseñador y tienen voces bajas, rápidas, precisas y con un lenguaje universitario, hasta en sus bromas. Creo que la respuesta radica en la verosimilitud de lo que se realiza: hay que vender una imagen de confianza, de ser expertos en el deporte en cuestión. Es un juego serio y como tal hay que comportarse como altos ejecutivos en finanzas. La palabra creo, es legitimar. Hacerlo válido ante unos ojos descreídos. Por eso mismo aparecen tantos personajes dotados de poca credibilidad pululando en torno a los Pitos Pérez devenidos en héroes nacionales: políticos, empresarios, comentaristas, cómicos, bufones, vedettes, etc. Parece haber sido inflado el balón con la misma flauta que tocó el burro, que después heredaría a Hamelin y ahora tiene a una nación entera siguiéndolo.


En torno a lo anterior, surgió una oportunista y multipromocionada Iniciativa México, la cual está en manos del administrador en turno de la esperanza de la nación, Javier Aguirre, lo cual me hace preguntarme ¿Podemos administrar nuestra propia esperanza? ¿Podemos hacer nuestra propia Iniciativa México, Morelia, la iniciativa de nuestras familias, podemos trabajar un poco más para compartir un poco con quienes nos rodean? ¿Podemos dar hasta ser generosos? ¿Podemos derrochar esa energía que vertemos cuando jugamos al futbol, o cuando desperdiciamos el dinero y el tiempo mientras estamos viéndolo?

Llevamos el nombre de un grande: Tucup Achá, el G:.A:.D:.U:. de los aguerridos Purhépechas y hay que actuar en consecuencia ante tales fenómenos de alienación, dominio y legitimación, que parecen más experimentos de un gran laboratorio biológico, con variables plenamente controladas. Hay que liberar, preservar la pureza de nuestra esencia humana y buscar hacer prevalecer los ideales masónicos por encima de nuestras propias pasiones y evitar realizar lo que hicieron los masones franceses; patear cabezas de fraternos en un juego de turbas.

Ccamp:. de Morelia, Michoacán, a 20 de junio de 2010, E:.V:.

Fraternalmente,
M.de P.