lunes, 17 de mayo de 2010

Madurar

Madurar proviene del latín “maduratio”, que significa aceleración. Recordemos que la aceleración de acuerdo a las definiciones clásicas de física es el cambio de velocidad de un cuerpo en movimiento medido en la unidad de tiempo.
Es decir, extrapolando tal concepción, la maduración en el ser humano estará referida a la capacidad de modificar el ritmo habitual de sus circunstancias. ¿Con base en qué? Sin duda en la experiencia adquirida, en el aprendizaje sobre el proceso de desarrollo durante la propia vida y en la elección, sentido e intuición para anticipar recovecos, atajos y posibles obstáculos en el sendero individual.
Madurar implica estar listos para brindar nuestros mejores esfuerzos y dejar de perdernos en el camino, sabiendo dejar atrás lo que nos ha pasado y resignificar nuestras vivencias y darles sentido.
Madurar es un proceso que aunque necesita tiempo, no es garantía de que con el correr de éste, al final se obtengan resultados satisfactorios. Está más relacionado con el modo de vivir y pensar el tiempo transcurrido. Recordemos que en la naturaleza, al estar sobreexpuestas las frutas al calor, o abusar del tiempo sin asumirse fruto -como muchas que pasan directamente de estar verdes a llanamente pudrirse- puede implicar que cuando intentemos obtener lo mejor de nosotros, simplemente haya pasado ya nuestro momento.

La diferencia entre una semilla y un árbol es precisamente, la suma de recursos y energía que han debido de llegar a la misma, para que haya podido desarrollarse. Entonces es deseable ser como el árbol que crece en medio de la maleza, brindando sombra a la medida en que la propia altura se ha permitido, en la manera en la que nos hemos adaptado al medio y hemos sabido extraer lo mejor de lo que nos alimenta para ser más robustos ante los embates del entorno.

Al igual que crecer, morir es parte del proceso, y hay que ir sabiendo hacerlo a diario, lo cual implica aprender que ya no eres tan veloz como cuando joven, que ya tu cuerpo es el de un adulto, a la par que hay que realizarse revisiones médicas, comenzar a perder cabello, a arrugarse, a ganar grasa corporal, a volverse más lento, a perder piezas dentales, a olvidar y a morir. Entender todo ello, asumirlo y anticiparse es madurar.
Al igual como grupo, asumir pérdidas nos hará crecer. Saber desprendernos de alguna rama que arranque el destino o de hojas que el viento lleve hacia otros horizontes, de partes de este ser que simplemente se han apolillado, secado, entelarañado o como genuinas semillas han tomado otro rumbo sin mirar atrás.
Ahora bien, es momento de decidir si formaremos parte de esta generación, de este ser que hemos construido en colectivo y que comienza a mostrarse listo e impaciente para brotar en plenitud. ¿Qué le aportaremos? Habremos de decidirlo también: podremos ser raíces, que no se notan al exterior pero aportan los nutrientes que obtienen visitando el interior de la tierra; también podemos ser el tronco, escoger si somos firmes, inasibles, si serviremos para ser abrazados, si presentaremos horquetas para colgar columpios y hamacas en verano, si tendremos una corteza rugosa, si seremos fácilmente trepados por insectos, que alcanzarán nuestras hojas.
Podemos escoger ser hojas, ser frutos, ser una vistosa flor que enamore los sentidos de quienes la miran, aunque habrá que aceptar el destino cuando nos marchitemos y la admiración recaiga en otra nueva, que arrobará corazones mientras en silencio, contemplaremos nuestra partida.

Más no todo estará perdido, porque ese proceso no es estéril, sino que deja una semilla, que dará origen a una nueva vida, si la energía y recursos se le brindan con oportunidad, así pues, después de brillar en sociedad, sigue la soledad y enseguida la semilla de madurez.
Podemos incluso escoger parasitar: ser una enredadera, ser un animal que vive en la sombra y de los frutos de este árbol. Solamente señalo que por favor, si ésta última fue la opción que más les agradó, cuando se fumigue el árbol, no se quejen.
Madurar no es precisamente desarrollarse, sino es aprender sobre el proceso de desarrollo.
La verdadera madurez sobreviene cuando nos anticipamos a las consecuencias funestas, a costa incluso de sacrificar un miembro, un molar, una pierna, para seguir con vida.
Estamos a tiempo de decidir cual será nuestro destino.


Or:. de Morelia, Michoacán, a 22 de mayo de 2010, E:.V:.

Fraternalmente,


M:.Mas:.
¡Es Cuanto!

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